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El PSOE quiere creer en lo que dice la dirección del partido. Lo necesita. Pero esta vez a buena parte de la formación, la que ... no tiene un vínculo estrecho con el núcleo de poder, le
está costando trabajo hacerlo. Entre los cuadros medios existen dudas de que realmente Leire Díez, la militante y ex alto cargo que, según se ha conocido esta semana, se reunió con imputados
por corrupción para tratar de obtener información comprometedora contra mandos de la Guardia Civil no actuara al amparo de Ferraz. Y un sentimiento de «vértigo», «desconcierto» e
«inquietud» se ha instalado en el ambiente. Pedro Sánchez no se ha pronunciado en toda la semana sobre este asunto, a pesar de que ha tenido varias oportunidades para hacerlo. Y los miembros
del Gobierno o de la ejecutiva socialista que sí se han enfrentado a las preguntas de la prensa sobre el controvertido asunto se han limitado a argumentar que Díez no está «en nómina» del
PSOE o, en algunos casos, que no la conocen y nunca la han tratado. Pero nadie, ni el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska; ni el de Justicia, Félix Bolaños; ni la vicepresidenta
primera, María Jesús Montero, han censurado su comportamiento. Ni siquiera de los labios del secretario de Organización, Santos Cerdán –al que El Confidencial, que desveló la reunión de Díez
con uno de los supuestos cerebros de la trama de los hidrocarburos, Alejandro Hamlyn, sitúa en el corazón de la misión contra la UCO– se ha escuchado una palabra de reprobación. «Con un
solo brazo no tengo para tantas manos derechas», ironizó Cerdán el miércoles en los pasillos del Congreso. «Leire –añadió usando con familiaridad su nombre de pila– es una militante y nada
tiene que ver con Ferraz o con la organización». Apenas unas horas después, y tras constatar que la sorpresa interna ante la falta de reacción empezaba a extenderse, Ferraz anunció en un
comunicado que abría a Díez un expediente informativo, que no disciplinario, para recabar la información pertinente antes de decidir si su conducta es merecedora o no de sanción. Un
comunicado que, aun así, también dejó a muchos descolocados. «En este partido se ha suspendido a gente por mucho menos y esa nota era más crítica con los medios de comunicación que con
ella», apuntan desde una federación de tamaño medio. Los mejor pensados creen que Leire Díez –a la que quienes conocen tildan de «alocada», «bocachancla», «indiscreta» o «fanfarrona»– pudo
entrar en contacto con un grupo de empresarios adinerados que buscan trapos sucios contra jueces, mandos policiales o fiscales (a los que culpan de haberles perjudicado fabricando
presuntamente causas en su contra) y que lo hizo, sí, pensando en recabar datos que permitan probar lo que el Gobierno lleva más de un año denunciando: que es víctima de una guerra sucia de
la derecha en todas las instituciones del Estado. Pero que actuó por su cuenta y riesgo, aunque quizá contactara con Cerdán y este no la tomara en serio, y que en ningún caso tenía capacidad
para prometer lo que prometía; por ejemplo, mediar con la Fiscalía o la Abogacía del Estado. «DE ASUNTO RARO A RARO» «La mayoría de la gente quiere creer que es una mujer que va por libre,
pero por eso precisamente no entiende que no haya un desmarque claro de ella y de sus actuaciones», apunta un cargo regional. En cualquier caso, incluso entre los más comprensivos cunde la
frustración. «Vamos de asunto raro a asunto raro. Y el problema no es ya que sea verdad o no, sino que han logrado que lo parezca y así es muy difícil que nuestro electorado no se desanime»,
añade otro exdirigente que también es crítico con la actitud de «aquí no pasa nada, circulen», que dice percibir en la actual dirigencia. En la cúpula del partido y del Gobierno replican
que a lo que se niegan es hacer el juego a la derecha, aunque no sea posible poner fin a su estrategia de «acoso y derribo». «Nosotros no tenemos ese poder. Lo único que podemos hacer es
gobernar, seguir con la hoja de ruta del Gobierno, y dejar el ruido de lado. La gente está cansada de que le quieran vender un 'Watergate' cada semana», sostienen. Así explican el
silencio de Sánchez y su anuncio, el lunes, de una ayuda de 100 euros para los menores de 16 años que necesiten gafas o lentillas. Confían además en que les ampare la posición de sus socios
parlamentarios, que rechazan la moción de censura propuesta nuevamente por Alberto Núñez Feijóo y desdeñan los apelativos de «capo» o «mafia» que el líder del PP dedicó al presidente del
Gobierno y su partido. Aunque incluso Yolanda Díaz advirtió el jueves de que el caso de Leire Diez requeriría mayor contundencia.