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En Albacete, de salida, Escribá volvió a sorprender con la alineación. Suele ser una constante tanto de inicio como en las sustituciones durante los partidos. ... Prescindir de Stoichkov
rodeando de soledad a Lucas Boyé durante tantos minutos no es un buen mensaje, como tampoco lo es mantener en el campo a jugadores que únicamente corren y corren de manera inocua e
infructuosa. Afortunadamente, el Carlos Belmonte continúa siendo un estadio talismán para el Granada. Parece no importar el juego que realicen los rojiblancos en este. Sea el que fuere, los
hados se hacen presentes cada vez que visita Albacete, desarrollándose en el estadio manchego esa fuerza desconocida e irresistible que trasciende a dioses y hombres, haciendo que en el
minuto setenta y seis se produjese el milagro. Porque hasta ese instante del partido, el Granada andaba por allí sin demostrar superioridad alguna, ajeno a que se jugaba la opción de acceder
al ascenso, y provocando la aprensión de volver a las andadas fuera de casa, así como el temor a quedarse de nuevo con un jugador menos. El Granada no es el equipo más violento del fútbol
profesional español, pero sí el que más tarjetas recibe. Unos datos que, al margen de 'errores' arbitrales, que los hay, deberían ser analizados dentro del vestuario para ser
corregidos. Aleccionar a la plantilla sobre que en el césped debe prevalecer la inteligencia y la astucia sobre la probidad –virtud indetectable por la mayoría de los árbitros,
frecuentemente burlados–, es una prioridad en momento tan decisivo. Se venció en Albacete, que era lo necesario, aun haciéndose patente en el Granada la capacidad que rige para componer lo
que se descompone y descomponer lo que se compone, de un partido a otro. Quizás sea dicha incoherencia una parte alícuota de la irregularidad que viene demostrando el equipo. El momento es
perentorio y acertar resulta imprescindible. Componer o descomponer, esa es la cuestión.