Son of saul, película del holocausto nominada al oscar 2016

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DIRECTOR: László Nemes GUIÓN: László Nemes y Clara Royer ELENCO: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Todd Charmont, Jerzy Walczak, Sándor Zsótér, Marcin Czarnik y Amitai Kedar DURACIÓN:


107 minutos Todo vestigio de civilización comienza con el respeto a los muertos. Desde los grabados en las cavernas paleolíticas en las que se honraba a los animales sacrificados, el rito


mágico de devolver a la tierra lo que le pertenece, anuncia el declive de la barbarie. En la Grecia homérica, la ira de Aquiles presagia su caída al negarse a entregar el cuerpo de Héctor a


sus dolientes. La cerebral cinta húngara _Son of Saul_ —nominada al Oscar como mejor película extranjera— pretende rescatar el reducto sagrado de un entierro como gesto último de


civilización en el abismo más profundo del holocausto.  Ubicada en el campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, _Son of Saul_ retrata como ninguna otra película


las entrañas mismas del genocidio mostrándonos los detalles más nefastos en la infame tarea de disponer de los cadáveres que salen de las cámaras de gas. Saul es un prisionero húngaro que


debe trabajar metiendo los cuerpos sin vida de sus correligionarios judíos en los hornos crematorios. Toma un buen tiempo al espectador descubrir que este es el entorno de la historia ya que


el director László Nemes arranca la película no con un “establishing shot” como dicta la narrativa tradicional, sino con una toma cerrada del protagonista y una cámara al hombro que lo


sigue de cerca y no nos permite ver lo que ocurre a su alrededor. Es decir, en lugar de darnos el privilegiado punto de vista de un omnisciente observador, Nemes nos hunde con Saul en su


dislocación. Además, no usa el foco profundo por lo cual tanto Saul como su entorno aparecen en un mismo plano, como si él y lo que lo rodea estuvieran condenados a una sola dimensión.  Esto


crea un sentimiento de claustrofobia que arrastra al espectador al asfixiante ambiente de la prisión. De reojo alcanzamos a ver partes de los cadáveres, su mugre, sangre, orines y hasta el


olor putrefacto que despiden.    Cortesía Sony Pictures Classics Escena de 'Son of Saul'. Nada apunta a que son seres humanos lo que estamos viendo; tanto Saul como los otros


prisioneros-esclavos son uno con los restos de carne que mueven.  De repente, en medio de este horror monocromático, sucede algo excepcional. Milagrosamente, un niño sale aún con vida de la


cámara de gas. En lugar de ayudarlo a reponerse, el guardia Nazi le da el “tiro de gracia” y lo asfixia. Esto sería un evento rutinario en Auschwitz de no ser porque capta la mirada de Saul.


No es que alguien haya sobrevivido a la dosis mortífera de gas, sino que sea precisamente un niño. Una película convencional como _Schindler’s List_ se detendría a establecer claramente que


el foco de la atención de Saul adquiriera una dimensión excepcional; alguna señal de que es diferente por ser un símbolo de inocencia, quizás, pero el punto para Nemes es justo que no hay


punto, que no hay una señal clara de porque Saul posa su mirada en ese hecho: escoge ese cuerpo porque sí. A partir de entonces su única motivación es darle un entierro religioso. Podría


parecer fácil, pero su misión es extremadamente peligrosa; primero, porque tiene que esconder el cadáver antes de que los Nazis lo obliguen a echarlo al horno; y segundo, porque necesita


encontrar a un rabino entre los prisioneros para que lo haga según el rito judío. Su determinación lo lleva a correr riesgos escalofriantes. Sus mismos compañeros ven su empeño como una


hazaña absurda e inútil; el niño ya está muerto, después de todo. El punto de _Son of Saul_ es que, en medio de una barbarie demencial, de un universo sin sentido, de un mundo sin el menor


referente que apunte a lo excepcional como la ruta a seguir, solo el hombre puede rescatar para sí mismo y contra toda lógica el valor oculto y sagrado de las cosas. _Son of Saul_ va a


contracorriente no solo de nuestras nociones convencionales del cine, sino del arte mismo. Así como en la barbarie en la que está hundido Saul no hay momento mágico de iluminación, no hay la


rareza excepcional que apunte a otra dimensión, Nemes nos niega la consolación del arte que singulariza la experiencia dándole un toque especial. Lo único que vemos es un retrato sin


concesiones de la vida misma; una visión brutal que solo se puede aprehender intelectualmente: un experimento brillante en su ejecución, pero carente de emoción. La pregunta es si la


renuencia del director a dotar a la película de un mínimo sentido mítico no refuta la hazaña misma del protagonista de darle valor a algo que de otra manera queda como un gesto totalmente


vacío.     TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: * Alejandro González Iñárritu: con visión propia