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Agenda Pública y Política Exterior | 21 de febrero de 2019 El 24 de febrero los cubanos acudirán a las urnas para refrendar la nueva Constitución del país, en medio de críticas al texto
constitucional y al proceso constituyente por su falta de representatividad y aperturismo. El contexto regional tampoco ayuda. La crisis de su principal socio comercial, Venezuela, amenaza
con asestar un terrible golpe a la economía de la Isla. Mientras, América Latina consolida su giro a la derecha y en los Estados Unidos de Trump un grupo de halcones parece haber tomado las
riendas de la política latinoamericana. Preguntamos a los expertos por las posibilidades reales de cambio en CUBA, dada la coyuntura actual. HERMENEGILDO ALTOZANO | SOCIO DE BIRD & BIRD
Y ESPECIALISTA EN INVERSIONES EXTRANJERAS EN CUBA. @HALTOZANO El 2 de noviembre de 2018 John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de EEUU, se refirió a Venezuela, Cuba y Nicaragua como la
«troika de la tiranía» y anunció medidas restrictivas financieras que afectarían a más de una veintena adicional de entidades cubanas controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias y
los servicios de inteligencia. Dos meses más tarde Michael Pompeo, secretario de Estado, ha anunciado una eventual aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton (que permitiría a antiguos
propietarios afectados por las nacionalizaciones del Gobierno Revolucionario reclamar una compensación ante los tribunales de EEUU frente a quienes se beneficien de dichas propiedades) para
«hacer expeditiva una transición a la democracia en Cuba». En este contexto internacional, donde la política de la administración Trump emplea la coerción económica para alcanzar objetivos
de política exterior y donde un cambio de régimen en Venezuela se traduciría en una terminación de las transacciones comerciales con Cuba en condiciones no de mercado, Cuba debate la reforma
de la Constitución de 1976. La Cuba de hoy no es la misma que la de 1976. Entonces Cuba formaba parte del Comecon, donde el intercambio económico respondía a la lógica socialista. El dólar
circula libremente desde 1993. Hay presencia notable de inversiones extranjeras y desde 2013 los cubanos pueden viajar libremente al exterior. Cuba ha aprendido que no se pueden poner todos
los huevos en la misma cesta y ha impulsado una política de diversificación de sus relaciones comerciales, aunque el peso que representa el intercambio con Venezuela es grande. La reforma
constitucional incluye bajo su paraguas protector la propiedad privada, la separación de poderes, la independencia judicial, la responsabilidad patrimonial de la Administración y las
garantías a los inversionistas extranjeros, aunque no falten las concesiones al papel rector del Partido Comunista y al carácter socialista de la Revolución. La llamada «generación
histórica» ha dejado paso a dirigentes nacidos después del triunfo de la Revolución que, aunque se mueven entre el _Scilla_ del inmovilismo y el _Caribdis_ del miedo a unas desigualdades que
minen los fundamentos de la Revolución, han entendido que para «preservar las conquistas de la Revolución» hace falta generar ingresos de manera sostenida. Para eso la apertura económica,
el respeto a la propiedad privada y el estímulo a la inversión extranjera son piezas esenciales. CARLOS MALAMUD |INVESTIGADOR PRINCIPAL PARA AMÉRICA LATINA EN EL REAL INSTITUTO ELCANO.
@CARLOSMALAMUD El principal obstáculo que encuentra el proceso de reformas cubano no está en el contexto regional sino en la propia realidad del país y en los problemas y las contradicciones
del gobierno de Raúl Castro – Miguel Díaz-Canel para llevarlas adelante. Es verdad que la crisis de Venezuela y el protagonismo que la administración Trump está tomando en ella es un fuerte
incentivo para reforzar las esencias de la Revolución, para el freno reformista comenzó a notarse durante la visita de Obama a La Habana. Posteriormente el triunfo de Trump facilitó el
discurso conservador y anti reformista, pero la decisión de echar el freno, y en algunas cuestiones dar marcha atrás, ya estaba tomada. La llegada de Bolsonaro al poder en Brasil, la
reconfiguración de las alianzas regionales y el declive del ALBA son algunas de las señales que hablan de nuevos vientos en la región. Y si bien ellos no facilitan las reformas tampoco las
vuelven imposibles. Por el lado de los estímulos para el cambio ni siquiera la redacción de una nueva Constitución parece ser un fuerte incentivo para perseverar en el camino de las
reformas. Si bien el estado actual de la economía cubana requiere transformaciones profundas y estímulos potentes, el tradicional conservadurismo de las elites nacionales y su temor a
potenciar las desigualdades sociales, que eventualmente podrían derivar en mayores demandas de cambios políticos, las lleva a preferir el status quo frente a la incertidumbre de lo
desconocido. El resultado del referéndum constitucional, pese a sus condicionantes, será una buena prueba de cómo están las cosa en Cuba. JOSÉ MANUEL MARTÍN MEDEM | PERIODISTA. CORRESPONSAL
DE TVE EN CUBA ENTRE 2001 Y 2005. Me parece que la reforma de la Constitución, que se propone “un Estado socialista y democrático de derecho”_,_ se produce con retraso porque habría sido
mucho más oportuna durante la década de los gobiernos progresistas, cuando Cuba tuvo la posibilidad de sintonizar con la democratización de América Latina. Creo que la democratización del
proyecto cubano de socialismo es una necesidad de seguridad nacional. Da la impresión de que las reformas para “actualizar el modelo económico y social” tropiezan con una doble dificultad,
económica y política, que configura un nudo fundamental muy difícil de desatar: la lentitud y las contradicciones en las reformas económicas aplazan los cambios políticos, aparentemente
imprescindibles, y las resistencias de la burocracia contra las reformas políticas hacen más difícil la recuperación económica. El proyecto para “un socialismo próspero, sostenible y
democrático” se complica en el escenario actual de América Latina y el Caribe por la agresividad de Trump, el conflicto de Venezuela y la _reconquista _de las oligarquías protegidas por
Estados Unidos. Cuando la Revolución Cubana cumple sesenta años, parece que la isla entra en una nueva fase de resistencia, siempre en defensa de la soberanía nacional, que se puede evaporar
si se mantienen los procedimientos autoritarios. CARMELO MESA-LAGO | CATEDRÁTICO EMÉRITO DE ECONOMÍA Y ESTUDIOS LATINOAMERICANOS, UNIVERSIDAD DE PITTSBURGH. El PIB cubano declinó de 12% a
1,1% en 2006-2018 (necesita una tasa de 5-6% para un crecimiento apropiado), la inversión menguó de 15% a 10% (requiere 25%), el déficit fiscal creció de 1,3% a 12%, el índice de producción
industrial es un tercio inferior que en 1989, la producción minera, agropecuaria y pesquera ha decrecido. El país ha sobrevivido gracias a la compra de servicios profesionales, el comercio,
las exportaciones petroleras, y la inversión directa de Venezuela que totalizan un equivalente de 11% del PIB cubano. Debido a la grave crisis económica venezolana, la compra de servicios
profesionales cubanos (la mayor fuente de divisas) cayó 23% en 2013-2017, el comercio de mercancías mermó de 44% a 19%, el suministro petrolero declinó a la mitad, y no ha habido inversión
venezolana en los últimos cinco años. Esta es una de las causas del deterioro de la economía cubana, la cual sufre la peor crisis económica desde el decenio de los 90 tras la desaparición de
la URSS. Si el régimen de Maduro colapsara, la crisis cubana se agravaría, aunque el impacto sería menor que durante los 90, porque Cuba ha diversificado sus socios comerciales, ha
incrementado la producción petrolera—aunque estancada desde 2010—, recibe una suma substancial de remesas extranjeras y similares ingresos por turismo. Ningún otro país (Rusia, China,
México) puede reemplazar a Venezuela. Las reformas estructurales de Raúl Castro no han mejorado la economía y el nuevo “shock” no podría ser absorbido sin una profundización y aceleramiento
de dichas reformas. RAFAEL ROJAS | HISTORIADOR Y ENSAYISTA CUBANO. PROFESOR-INVESTIGADOR EN EL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA ECONÓMICA (CIDE) EN LA CIUDAD DE MÉXICO. La nueva
Constitución mantiene intacto el núcleo institucional e ideológico del régimen político cubano. Su mayor avance es dar rango constitucional al crecimiento del sector no estatal, que
propiciaron las reformas económicas de Raúl Castro entre 2012 y 2016. Sin embargo, se trata de una Constitución que no garantiza la división de poderes o la existencia de tribunales
constitucionales y que no favorece la ampliación de derechos civiles y políticos. De hecho, el anteproyecto de la Constitución contenía algunos elementos como el matrimonio igualitario y la
eliminación del término comunismo, que fueron retirados en la versión final. Ese retroceso, así como el rechazo a la elección directa del jefe de Estado, que exigieron miles de ciudadanos en
la consulta popular, permite concluir que el sector favorecido en el proceso constituyente es el más conservador e inmovilista de la élite cubana. Que la Constitución quede muy por debajo
de las expectativas reformistas que levantó hace dos años, cuando Raúl Castro la anunció, habla de la incapacidad del liderazgo de Miguel Díaz-Canel para hacer frente a una verdadera
actualización constitucional del sistema cubano. El propio poder de Díaz-Canel, en la nueva Constitución, queda acotado por la figura del primer ministro, que sería el encargado del
gobierno. Así, al interpretar el predominante sentido conservador del proceso constituyente cubano, habría que considerar el peso de la coyuntura geopolítica: vuelta a las tensiones
bilaterales con Estados Unidos, crisis de Venezuela, lenguaje agresivo de Donald Trump, ascenso de la nueva derecha latinoamericana… El triunfo del continuismo tiene que ver con la probable
vuelta al aislamiento regional en las relaciones exteriores de la isla. Es importante destacar que el giro contrarreformista del gobierno cubano se inició en 2016, como reacción casi
inmediata a la visita del presidente Barack Obama a la isla. Sin embargo, muy pronto ese giro sirvió para enfrentar la campaña de Hillary Clinton, primero, y luego la nueva política de
Trump, que rebaja el contacto diplomático al mínimo y tensa las relaciones bilaterales al ubicar a Venezuela, Nicaragua y Cuba como el trío de autoritarismos de la región. CARLOS ALONSO
ZALDÍVAR | EMBAJADOR DE ESPAÑA EN CUBA ENTRE 2004 Y 2008. Para progresar Cuba necesita tres cosas. La primera es seguridad. Me refiero a garantías de que EEUU no volverá a intentar poner fin
a su sistema político y económico por la fuerza. En su visita a La Habana, Obama garantizó eso expresamente. ¿Mantiene esa promesa Trump? Lo que pretende hace con Maduro invita a dudar,
pero no adelantaré una opinión gratuita. La segunda cosa que Cuba necesita es capital. Inversiones que permitan poner en rendimiento la formación, conocimientos, profesionalidad y capacidad
de trabajo que poseen los cubanos y las cubanas (en biotecnología, servicios informáticos, servicios sanitarios y deportivos, agricultura de alta calidad y muchas otras cosas). Buena parte
de ese capital tendrá que llegar del extranjero, pero no llegará mientras se mantenga el bloqueo. Así que mientras las cosas sigan como están, solo comerciarán e invertirán en Cuba el
pequeño número de países que hoy lo hacen; el resto no lo hará porque temen las represalias de EEUU. La tercera cosa son reformas como las que introduce la reforma constitucional y otras
más… pero esto es solo en tercer lugar. Primero vivir, segundo comer y tercero organizar mejor la vida y la comida. Entretanto, también actúan intereses para que Cuba se oriente por los
malos caminos que abundan en su vecindario (turismo de baja gama, empresas dedicadas al fraude fiscal, tráfico de drogas…). «Agenda de Política Exterior», iniciativa conjunta de
<em>Política Exterior</em> y <em>Agenda Pública,</em> analiza cada semana asuntos internacionales clave. Nuestro objetivo es fomentar el debate público y una mirada
informada hacia el mundo. __ Otros artículos de Agenda Pública __ Otros artículos de Política Exterior NAVEGACIÓN DE ENTRADAS