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Si hay un acontecimiento deportivo en la era moderna que cambió el baloncesto para siempre, esos son los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Por ... primera vez, los jugadores de la NBA
eran elegibles por sus selecciones para disputar el torneo olímpico. Algo que, en realidad, era más bien la luz verde a la participación de once profesionales y no solo de amateurs, como era
considerado el baloncesto internacional por entonces. Pero, justo en la cita siguiente a la de Seúl '88, aquella en que la Unión Soviética eliminó a Estados Unidos en semifinales y
conquistó el oro ante Yugoslavia en una final entre estados comunistas, más que oportuno resultaba para la federación estadounidense poder alinear a los mejores del mundo en lugar de a
chavales universitarios. Que, por buenos que fuesen, ya no eran garantía de éxito. El baloncesto internacional crecía, pero ver jugar juntos a Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird y, en
fin, así hasta once (doce, con el universitario Christian Laettner) fue la apertura definitiva de la NBA al mundo, cuando la rivalidad entre Lakers y Celtics cedía el cetro al dominio de
los Bulls de Jordan y Pippen. El privilegiado escenario de este evento fue el Olímpic de Badalona, hogar del Joventut al que se enfrentó el UCAM este pasado sábado, y donde, desde sus
gradas, se podía leer una pancarta que rezaba «compartir es ganar», sentencia a la que seguía un «gracias, Magic», en gesto a un Johnson que elevó a un nivel nunca antes conocido y jamás
vuelto a explorar la combinación entre un baloncesto tan altruista como entretenido y competitivo. SIEMPRE UN PASE MÁS Como si grabado a fuego estuviera en la filosofía de un entrenador que
terminó su formación al más alto nivel en aquel Olímpic, el equipo de Sito Alonso entendió este sábado que, como decía aquella pancarta, compartir es ganar. Nunca dejó de serlo en un deporte
de cinco contra cinco en el que todos atacan y defienden por igual y solo hay un balón. Y, desde ese principio de generosidad, el UCAM arrolló en la segunda parte al Joventut para volver a
ganar ante su gente tres meses después y, no solo eso, hacerlo por la máxima diferencia de esta temporada (17 puntos), con la máxima puntuación (100) y con récord de asistencias (29). EL
RÉCORD DE 29 ASISTENCIAS TAMBIÉN PERMITIÓ INVOLUCRAR A MUCHOS HOMBRES EN LA ANOTACIÓN, CON SIETE EN DOBLES FIGURAS Este último, a diferencia de los anteriores, no solo de esta temporada,
sino de las 27 que van ya en la Liga Endesa. Un total de 29 que suponen doce más que las diecisiete que promedia esta temporada el equipo universitario, el décimo que más reparte el balón
(casualidad o causalidad, esa misma posición ocupa en la clasificación), y casi siete más que las 22,4 que reparte el líder en este apartado, el Valencia. FELICIDAD COMPARTIDA La felicidad,
cuando es compartida, es el doble de felicidad. Decía Toni Kukoc, otro que se presentó en sociedad, pero en este caso ante la estadounidense, en aquellos Juegos de Barcelona '92, que
«una canasta hace feliz a un jugador, una asistencia, a dos». La práctica del croata fue llevada más lejos que nunca en el partido del sábado por Dylan Ennis, que batió el récord de
asistencias en su carrera en la Liga Endesa, con nueve, y por un sorprendentemente aplicado para con los demás Kostas Antetokounmpo, que se fue a cinco, cuando en sus siete partidos con el
UCAM en la competición se había quedado en cero, una o dos. El griego se ve que ha tomado ejemplo de Simon Birgander, pues se ganó los minutos en su interpretación del juego en las
continuaciones cortas después de bloqueo, arte dominado por el sueco, y que concede poder de elección en el pase a tiros abiertos y a cortes por línea de fondo, o al propio tiro. De las dos
primeras opciones agraciados fueron Jonah Radebaugh y Nemanja Radovic, con quien se entendió a las mil maravillas y con quien formó tándem de hombres grandes en el parcial de 21-4 que cambia
el 61-61 por el 82-65 y rompe el partido a falta de ocho minutos. Sensaciones, lenguaje no verbal y resultado evidencian que el UCAM ha dejado atrás la depresión de días como los de las
visitas del Girona o el Andorra. Y no hay mejor día que el Sábado de Gracia para que católico equipo recupere la fe en los milagros en las últimas semanas de batalla por el
'playoff' y las competiciones europeas.