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Asistí a una formación de LaLiga sobre su control económico. Ese conjunto de reglas del que luego se extraen los límites coste-plantilla, que no ... son lo mismo que el coste real, como ya
sabrán los avezados, porque han llegado a dar con algunos equipos en negativo o más bajos de los que correspondería por estar excedidos. A este último punto, en el que está aún el Granada
tras su descenso, se llega cuando los gastos superan a los ingresos previstos, aunque son proyecciones que se matizan. El cálculo procura asegurar la viabilidad de los clubes y no permite
locuras, aunque haya casos que inviten a cuestionar este supuesto. Todos han de tender lo más pronto posible al ajuste o la liquidez se restringirá más. En la conferencia, se detallaron las
veces que se audita en el año a las entidades, lo cual hace complicado esquilmar las arcas. Otra cosa es que algunas operaciones sean rentables. Las ha habido con grandes plusvalías, como la
de Uzuni –duela o no–, y ruinosas, como la de Weissman, de momento. Hay fundamentos que se entienden, pero otros se envuelven en un galimatías que no es sencillo de asimilar para personas
sin formación financiera. No es todo tan sencillo como sumar ingresos teóricos de la venta de un jugador con las adquisiciones para deducir cuánto hay para fichar, porque ni se registran así
ni se puede usar directamente lo que entra, sino un promedio de las tres últimas campañas. Uno de los grandes conocedores de este mecanismo, que al menos evita el endeudamiento masivo en el
que vivió el fútbol, es Alfredo García Amado, según personas que le conocen de las reuniones en LaLiga. Un puesto dirigente achicharra al más pintado, sobre todo si hay altibajos tan
bruscos como los del Granada, pero al final Amado tiene una experiencia, en el éxito y en el fracaso, que le da un bagaje en situaciones complejas. Muchas de las gestiones del Granada se
cuestionan, algunas con suma razón, aunque no todas son atribuibles a su labor estricta. En las ventas, se vio con Bryan o Uzuni, es duro de pelar y esto a la postre interesa a los
rojiblancos. Amado está superando su pasado en Córdoba, que se judicializó y subraya el pastón que le debe el exdueño, Jesús León, al gijonés y sus socios en la empresa Mesas Sport. Su
pertenencia como accionista minoritario a esta agencia de representación despertó alguna suspicacia a su llegada, pero desde su aterrizaje se ha mantenido sin ser parte activa, con una
cláusula que le deja al margen en negociaciones con ella de los rojiblancos. El Granada tiene a un jugador de Mesas, Miguel Rubio. Vinculados al filial, dos, Lucas Pérez y Masllorens, este
cedido en el Amorebieta. También lo era Jon Erice, que ya fue cesado. No parecen maniobras de intermediación con comisiones faraónicas; solo Rubio genera el habitual porcentaje a agente.
Amado tuvo un periplo que queda atrás, no oculto y que no interfiere, antes de llegar a Los Cármenes. Ahora vive un momento clave. Su futuro está influenciado por el balón. Resarcirse del
horroroso ejercicio pasado que tanto afectó a su imagen. Cumplir el objetivo, explicar varios asuntos pendientes y crecer como club. Aceptar las justas críticas –no los insultos–. Ilusionar
ante la fatalidad.