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En la semana pasada, 17 de los 24 gobiernos de la UE han mostrado su rechazo más absoluto a los ataques masivos contra la población ... civil en Gaza, y han decidido revisar el acuerdo
comercial de la UE con Israel por violación de los derechos humanos. Hasta ahora, solo se habían rebelado contra la barbarie israelí España, Bélgica e Irlanda. Más de dos millones de
gazatíes están al límite: harapientos, enfermos, heridos, sin agua, sin alimentos, sin techo, sin centros de salud, sin escuelas, y desplazados de su territorio, esperan la ayuda
internacional para ser salvados. Según el padre Ibrahim, párroco católico de Gaza, en el último mes han sido asesinados más de 900 niños; y, desde el comienzo, 20.000. La Conferencia
Episcopal, cansada de tanta barbarie, exige, de manera urgente, «terminar con el asedio a la población, el ataque a hospitales, los bombardeos a la población civil, y la negación de ayuda
humanitaria, lo que supone una violación de los derechos humanos básicos y del derecho internacional, actos de ocupación equivalentes a una limpieza étnica». Y el Presidente de dicha
Conferencia, Luis Argüello, reprimiendo al líder de la oposición española, ha dicho que «no cabe el silencio usando el argumento de que el Gobierno de España lo utiliza –oposición a la
masacre de Gaza– como escudo para ocultar otros problemas. Este silencio utiliza la misma táctica encubridora». Para Ehud Olmert, primer ministro israelí, entre 2006 y 2009, en Gaza hay una
«guerra de aniquilación». «Estamos matando a civiles de forma indiscriminada, brutal y criminal. Sí, estamos cometiendo crímenes de guerra». En una editorial reciente, el Financial Times,
denunciaba «El vergonzoso silencio de Occidente», cuando Israel pretende destruir Gaza. Ya se ataca abiertamente hospitales y al personal sanitario –sin negarlo como antes–; han demolido
casa a casa, y han eliminado pueblos y ciudades. Como dijo Netanyahu, recientemente, en el Parlamento: «Estamos destruyendo más y más casas. No tendrán un sitio al que volver. Los gazatíes
desearán emigrar fuera de la Franja». Es decir, están cometiendo un genocidio: eliminar o expulsar a los palestinos para que no puedan volver a vivir allí. Mientras tanto, los gobiernos de
Israel y EEUU, y la derecha internacional tildan de antisemitas y de apoyo a los terroristas de Hamás a cuantos se oponen al genocidio. Por todo ello, es necesario que todos los países
honestos bloqueen el Gobierno genocida de Israel y rescindan los contratos de compra y venta de armas para detener la masacre. Los ciudadanos, por nuestra parte, no nos podemos callar. Ante
el genocidio, el silencio es un delito. ¿Cómo nos juzgarán las generaciones futuras? Seremos tildados, seguro, de inhumanos e indignos. Hoy, como Dios en el Génesis, le preguntamos a
Netanyahu: ¿Caín, qué has hecho con tu hermano? ¿Por qué matas y destruyes al pueblo palestino con bombas y con hambre? Unidos al clamor del Papa León XIV, que defiende una paz desarmada y
desarmante, de la Conferencia Episcopal y de su Presidente, y del Gobierno de España, exigimos el cese de los bombardeos, la entrada inmediata de alimentos y medicinas, y la reconstrucción
de los territorios devastados. «Bienaventurados los que trabajan por la paz y la justicia», decía Jesús, y malditos aquellos que matan a los otros con la guerra, así como los que los apoyan
y justifican.