Al pie del cañón el día de la incertidumbre | ideal

feature-image

Play all audios:

Loading...

Difícilmente olvidaremos lo que estábamos haciendo cuando se produjo el apagón. En el trabajo, en clase, de compras, descansando. Será uno de esos días que ... quedarán en nuestra mente por


lo extraño e inesperado de la situación. Los protagonistas de esta historia tampoco lo olvidarán. Les pilló de guardia, por lo que aquel día lo tienen guardado como uno de los más intensos y


agotadores que han vivido. Desde el primer momento supieron que, con independencia de la duración, aquello iba a generar bastante caos a nivel de circulación. Por ello, la prioridad era


establecer un centro de coordinación municipal (Cecopal) en el que estuvieran presentes representantes de los distintos organismos. Allí trabajaron durante horas miembros de Bomberos


Granada, Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local o ayuntamiento. La diferencia la marcó la rapidez con la que se estableció: cuando las comunicaciones móviles comenzaron a ser


imposibles, ellos ya estaban allí reunidos. Tras el shock inicial, representantes de cuatro organismos que trabajaron el pasado lunes -tanto en el Cecopal como en la calle- reviven cómo


vivieron y coordinaron la catástrofe que nadie imaginó. BOMBEROS DE GRANADA Sobra decir a cuántas circunstancias límites está acostumbrado el cuerpo de Bomberos de Granada. Nunca se confían


ni le pierden el respeto al fuego, por pequeño que sea, pero hay detonantes que lo ponen todo patas arriba, como el día del apagón. «Es una de las peores situaciones que nos hemos encontrado


de cara a la coordinación. Es lo más desfavorable que se puede producir», sentencia Gustavo Molino, jefe del cuerpo. Se refiere a la falta de comunicación, que impedía a los ciudadanos


pedir ayuda y a ellos dar una respuesta como de costumbre. Por suerte, la rapidez con la que se pusieron en marcha hizo que la suerte estuviera de su lado. «Para cuando montamos el centro de


coordinación, ya habíamos recibido unas 20 llamadas de gente atrapada en ascensores», explica el jefe. Cuando la red de telefonía cayó, ellos utilizaron su propio sistema de comunicaciones,


a través de una red de emergencia llamada Tetra (Terrestrial Trunked Radio), una radio digital que permite la comunicación de voz y datos en entornos de misión crítica. «Cada cuerpo


movilizó su propia red y un responsable controlaba dónde se encontraban sus unidades», detalla. Gracias a esto evitaron «el desastre absoluto» que hubiera supuesto no haber podido hablar


entre ellos. Desplegaron más de una treintena de agentes. En un intervalo de 18 horas, llevaron a cabo más de 130 servicios. «No eran súper peligrosos, pero sí urgentes para nosotros, porque


los que estaban encerrados en ascensores sentían una incertidumbre y miedo tremendos», admite. La ciudadanía, indica Gustavo Molino, demostró una actitud «ejemplar». «Atendieron a la


recomendación de no salir de casa y eso permitió que hubiera menos densidad de tráfico, menos accidentes y más facilidad para que nos pudiéramos mover los que teníamos que hacer rescates»,


agrega. Solo critica la actitud incívica de unos pocos, a propósito de unos contenedores quemados en un momento complicadísimo para la ciudad. POLICÍA LOCAL Más de 50 personas se presentaron


voluntarios en la Jefatura de la Huerta del Rasillo para trabajar aquel día. Rafael Caracuel, subinspector y jefe de sala, coordinó los servicios que se prestaron por parte de la Policía


Local. «Fue bastante tenso. Había que coordinar lo que entraba a través del 112 -que después fueron disminuyendo poco a poco-, la gente que trabajaba en servicio ordinario y a los


voluntarios», recuerda. Fueron un sinfín de actuaciones durante la jornada en la que Granada estuvo a oscuras. Cortaron Camino de Ronda, colocaron más de 200 vallas en los cruces a nivel,


trasladaron de enfermos, realizaron patrullaje preventivo… pero lo peor, sin duda, fue poner en marcha el operativo. «Lo más agobiante se produjo a las 13.00 horas, cuando no teníamos


información y estábamos aún aterrizando. Por suerte, gracias al grupo propio de electrógenos pudimos consumir los medios de comunicación y entender que el apagón era mucho más grande de lo


que pensábamos», asevera. Julio Gómez, por su parte, fue uno de los agentes que recorrieron durante horas las calles. «La ciudad estaba totalmente oscura cuando cayó el sol», rememora con


incredulidad. Al principio, lo que más le preocupaba era el tráfico. La ciudad prometía ser un caos ante la ausencia de semáforos. Conforme avanzaba el día, nuevas trabas se fueron


añadiendo, como la necesidad de suministrar oxígeno a decenas de pacientes. «Hay quienes se quedaron con la puerta cerrada porque era automática, así que muchos servicios se centraron en


temas de este tipo», argumenta. PROTECCIÓN CIVIL Si hay una palabra con la que Sergio Iglesias define el día del apagón es «tensión». Como jefe del servicio local de Protección Civil de


Granada, admite que lo ocurrido son «cosas que se estudian, pero que nunca te imaginas que van a pasar». «Reaccionamos rápido y activamos el plan territorial de emergencias en situación


operativa 1», comenta. Hay un elemento que marcó la diferencia: que pudieran asegurar las comunicaciones. «Posicionamos a todos nuestros voluntarios en puntos críticos con dos emisoras para


poder hablar de forma directa. Cuando los móviles se cayeron, nosotros pudimos seguir al ser una red analógica. Fue un acierto absoluto», insiste. Los puntos críticos en los que se situaron


los más de 30 voluntarios fueron los hospitales, los centros de salud o los centros neurálgicos del 112 o 061. «Fue crítico el tema de suministro de combustible y el oxígeno para los


dependientes», rememora. Ante la imposibilidad de que los ciudadanos avisaran de sus necesidades, reforzaron su presencia en las calles uniformados. Lo mismo hizo Guardia Civil y Policía


Nacional. «Queríamos que nos vieran y pudieran avisarnos desde la ventana si algún familiar tenía problemas», manifiesta Sergio Iglesias. Todo ese engranaje permitió que pudieran trasladar a


incontables pacientes al hospital. «Preferíamos moverlos allí que estar llevándoles botellas de oxígeno cuya duración era limitada», expone. 061 Ángeles Cano, médico del 061, estaba de


guardia, como coordinadora, aquel lunes negro. Cuando todo explotó, el director del servicio provincial les comunicó que había que activar el plan de catástrofes. Así lo hicieron. «Nos


desconectamos de las otras provincias para que cada una pudiera recibir sus propias llamadas», informa. Había que actuar de forma independiente para ser más eficientes. La radio funcionó


durante un tiempo, pero al no ser analógica, hubo un momento en que quedó inservible. Había que activar una alternativa. «Tuvimos que echar mano de otros organismos para que nos sirvieran de


enlace. La coordinación fue impecable con Protección Civil, Cruz Roja o Guardia Civil, que nos permitió conectar por su radio con, por ejemplo, el norte de la provincia. Mandé tres


ambulancias a través de la Guardia Civil», recuerda. De vez en cuando recibían algún aviso del 112, pero con cuentagotas. Aún así, durante el apagón enviaron un helicóptero por un ictus en


Huéscar, trasladaron a un infartado en Bola de Oro y a otro desde Motril. Llegaron a enviar avisos por WhatsApp a la UVI móvil. «Nuestros compañeros del Servicio de Urgencias de Atención


Primaria (SUAP) fueron esenciales en la labor asistencial», apostilla Ángeles Cano. Por otro lado, al llegar la noche distribuyeron equipos médicos a Chana, Gran Capitán y Zaidín. «Hay un


generador para conservar medicamentos y se le ofreció a la gente llevar los suyos allí si necesitaban mantenerlos», concluye la médico, que solo tiene palabras de agradecimiento para la


ciudadanía. «Los que pudieron echaron una mano y sacaron lo mejor de sí mismos», añade.