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Lo cuenta en italiano la reportera de la RAI Due y en su tono musical suena casi a poesía, 'puntura di calabrone', pero la traducción ... al español remite a la cruda realidad:
picotazo de avispa. Esa es la razón penúltima de la retirada de Juan Ayuso, derrotado en la víspera, hundido en el abismo de la clasificación, que llegó a la meta con un párpado cerrado y la
cara hinchada, y que salió al día siguiente casi sin visión en el ojo derecho y tuvo que decir adiós a 109 kilómetros de la meta, después de pedalear abrumado, a cola del pelotón, en la
ascensión a Parlasco, una cuestita, nada del otro mundo, que bordea el bellísimo lago de Como. «En la etapa me picó una avispa o abejorro, me entró en el casco. No puedo ver por el ojo
derecho. Quiero intentar estar para el equipo, aunque me han dicho que no saliera. He querido probar». Se ensañó la avispa, tres picotazos en la cara. Era lo último que le faltaba a Ayuso
tras verse relegado un día antes. No estaba bien por la caída que obligó a suturarle la rodilla, y los picotazos le remataron. «En Siena fue el último día que me encontré bien. Realmente me
ha dolido bastante la rodilla, pero bueno, tampoco quiero ponerlo como una excusa. En ciclismo son cosas que pasan», dijo horas antes de montarse en la furgoneta del UAE que esperaba su
llegada. El pelotón ha pasado por allí un minuto antes. «El año que viene hay otro Giro, llegan otras oportunidades». Resiste 35 kilómetros, siempre en la cola del pelotón, le falta visión
periférica y es un peligro meterse en medio del grupo. Ningún doméstico de su equipo le acompaña, ha enviado a todos para adelante. Es algo que afronta en solitario. Al final desiste. El
escritor Dino Buzzati preguntaba hace siete décadas: «¿Tú crees que estos del Giro son una panda de necios que se afanan por nada, que corren sin razón alguna?», y lo aclaraba él mismo en
sus crónicas del 'Corriere della Sera': «¿No son peores los otros, que dicen trabajar por cosas serias?» Hablaba de los políticos. Ayuso se afanó sin razón alguna. Ya no la tenía.
'CINQUE STELLE' Las quinielas del Giro, cuando se acababa de estrenar la carrera en Albania, hablaban de Juan Ayuso, Primoz Roglic, Mikel Landa o Jay Hindley. Ninguno está ya.
Ahora es cosa de Isaac del Toro o Richard Carapaz y, en menor medida, de Simon Yates, que resiste a pocos segundos. Cuando el pelotón llegó a Cesano Maderno, a la carrera no la conocía ni la
madre que la parió, como decía Alfonso Guerra, y quedan dos etapas que el organizador cataloga como 'Cinque Stelle', tal vez un homenaje a la empresa con ese nombre que montó
Sergio Brugnoli, un avispado jubilado de la compañía telefónica italiana que daba servicio al Giro cuando las clasificaciones se mandaban por fax. Con su tez morena y pelo cano y rizado,
tenía aspecto de senador romano. El color mediterráneo era, sin embargo, producto de las horas de sol en las playas de Tenerife, donde se preparan los ciclistas, similares a las que tendrán
que gestionar los favoritos. Hoy, más de 60 kilómetros cuesta arriba; mañana, 40 en pasos puntuables y un terreno en ascenso, agotador. Por eso esta vez se tomaron un descanso y dejaron que
otros asumieran el protagonismo en 144 kilómetros. Solo aceleraron los gallos cuando la organización les avisó de que se podía armar un atasco si los escapados, una treintena dividida en
varios grupos, se juntaba por detrás con el pelotón. No pasó, como cuando Pérez Francés, en 1965, ganó la etapa del Tour en Barcelona, pegado al grupo principal, al que alcanzó tras dar una
vuelta al circuito de Montjuic. En Cesano Maderno no hubo atascos y ganó Nico Denz, el corredor alemán del Red Bull, compañero de Roglic, que se despegó del resto a 17 kilómetros de la
llegada y nadie le pudo alcanzar. El pelotón, casi 14 minutos después.