Antonio tejerina: «en la vida no hay montaje. Uno arrastra todas las películas grabadas»

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Publicado por Cristina Fanjul León Creado: 01.06.2025 | 03:30 Actualizado: 01.06.2025 | 03:30 El berciano Antonio Tejerina ‘El diablo sobre ruedas’ acaba de publicar su tercer libro,_


Telarañas,_ una obra de reflexiones con resabios clásicos en el que el autor nos permite aventurarnos en la malla de sueños, heridas y pérdidas que sujeta el recipiente de su pensamiento


vital. -¿ES ESTE EL LIBRO MÁS PERSONAL QUE HA ESCRITO? — Sí, sin duda ninguna es infinitamente más personal que ninguno de los otros tres. Son textos puramente míos, de consumo interno,


digamos. Quería sacarme literalmente la mugre de la cabeza, de ahí lo de Telarañas. Alguno lo había compartido de manera puntual con capturas de pantalla en Instagram. Entonces, un buen


amigo mío me dijo que le gustaban mucho y que quería más, que se los recopilase porque los quería imprimir para guardárselos. Y realmente lo hice solo con este objetivo. Pero de repente,


cuando empecé a intentar darles un orden y una mínima coherencia interna, me pareció que podía tener cierto sentido. — EL LIBRO CONSTA DE TRES PARTES: RECLUSIONES, HISTORIAS Y TELARAÑAS. —


Reclusiones tiene bastante que ver con el contexto del Covid y el confinamiento. Son básicamente textos que hice para un fanzine online y estaban hechos en tiempo real y para ese momento. —


ME HA PARECIDO QUE CADA UNA DE LAS HISTORIAS ES UNA REFLEXIÓN AL ESTILO DE SÉNECA. ES, EN CIERTO MODO, UN LIBRO MORAL. ¿ESE ERA SU OBJETIVO? —Para nada. No tengo ninguna vocación de sentar


cátedra porque no me siento capacitado para ello. Son más bien cosas mías internas que trato de sacar para quitármelas de encima, para encontrar un poco mi propia coherencia. Dicho esto,


Telarañas destila mi manera de pensar, de maniobrar en la vida porque, como antes le dije, son textos que nacieron para mi mero consumo interno. Por eso quise darle aspecto de libreta.


Incluso me habría gustado que tuviera una goma en la portada, pero disparaba los costes. Es más, yo quería dejar un pliegue blanco al final del libro para invitar a la gente a que también


escribiera sus propias reflexiones. — ABRE LA VENTANA A LA REFLEXIÓN. —Sí, de hecho este es mi libro más crudo porque normalmente intento disfrazar con una historia lo que realmente me


apetece contar para no sentirme tan expuesto. Es verdad que la parte de Telarañas va a fuego, pero es porque pensé que si lo retocaba iba a perder la fuerza que podía tener. — ¿CÓMO ES


DESNUDARSE TANTO COMO LO HS HECHO EN ESTE LIBRO? ¿ES DIFÍCIL? ¿ES UNA LIBERACIÓN? —Fue un desahogo, una liberación, porque pensaba que se iba a quedar en mi propio ámbito estrictamente


personal. Después, seguramente hay una inconsciencia bastante grande por mi parte porque es verdad que aparezco demasiado vulnerable y transparente. — SU FORMACIÓN ACADÉMICA ES FILOSÓFICA.


¿QUÉ PIENSA DE UN MUNDO QUE PARECE DESTERRAR LAS HUMANIDADES? —Hay un componente muy ideológico en desvestir la potencia de las humanidades porque así aborregas más fácilmente a la gente y


entonces se pueden dar fácilmente fenómenos como los de Milei o Trump. Yo tengo mucho respeto a manchar el papel. No me gusta escribir por rellenar y, si se da cuenta, yo si puedo decir una


cosa en una frase, no la digo en siete. Entonces, es verdad que en ese sentido intento que todo tenga una cierta carga y un poso para que valga la pena, para que tenga algún sentido. Hoy en


día se mancha demasiado el papel. — DECÍA ARTURO PÉREZ REVERTE QUE SE PUBLICA CUALQUIER COSA. ¿CREE QUE TENEMOS UNA SOBRECARGA DE PORQUERÍA IMPRESA? —Verdaderamente. Pienso en todo lo que se


insiste en el respeto ecológico y, sin embargo, desperdiciamos cantidad de papel imprimiendo chorradas, sobre todo libros de autoayuda, de pensamiento positivo y tazas de Mr. Wonderful.


Todo ello me pone bastante nervioso, pero es cierto que funciona como un tiro. Ahora las estanterías de las librerías están llenas de cacharros de ese tipo. Además, tampoco entiendo muy bien


la lógica del mercado. Hay gente de cierta valía a la que le cuesta dar difusión a sus cosas y, sin embargo, este tipo de chatarra acaba poblando las librerías mes tras mes. — VIVIMOS EN


UNA ÉPOCA EN LA QUE SE NOS DICE CONSTANTEMENTE QUE SI QUIERES PUEDES, QUE LA DETERMINACIÓN LO PUEDE TODO, QUE LA SUERTE DEPENDE DEL ESFUERZO... ES UNA DOCTRINA QUE AL FINAL NOS LLEVA A TODOS


A LA MELANCOLÍA —Es que todo eso no es verdad. Es como si a alguien que acaba de perder a su hijo de cáncer le dices que no sobrevivió porque no lo deseó con la suficiente fuerza. En todo


esto hay algo completamente intencionado. Verá, hablando mal y pronto, si la culpa de tus frustraciones es íntegramente tuya, pues entonces te quedarás lamiéndote las heridas y no


cuestionarás los poderes ni quemarás contenedores. Esa manera de adocenarnos lleva a que no haya ninguna rabia contra nada porque la culpa es tuya, porque no te has esforzado, no haces 80


dominadas al día ni te levantas a las cinco de la mañana. — ¿CADA VEZ ESTAMOS MÁS CERCA DE 1984? —Si no estamos allí, se le parece bastante. Hasta hace bien poco, series como Black Mirror


nos parecían una auténtica locura distópica, una ida de olla de un grupo de guionistas, pero ahora todo te resulta peligrosamente palpable y eso es porque los umbrales de aguante nos han


subido demasiado. Es el colmo del capitalismo porque han conseguido que todos vivamos en torno a una vitrina en la que somos el producto. Somos nosotros los que debemos explotar y vender


nuestra propia marca de una manera un tanto terrorífica. — HOY MISMO LEÍA A BELÉN GOPEGUI. DECÍA QUE EL CAPITALISMO NECESITA CREAR SOLEDADES PARA FACILITAR LA EXPLOTACIÓN Y GENERAR MAYOR


CONSUMO. —Completamente. No hay más que echar un vistazo. Yo ya no veo pandillas de gente joven, de gente que salga y construya algo en común. Todo el mundo se siente muy interconectado y


puede enumerar de manera supuestamente tangible a sus amigos, pero al final es eso, nos hemos acostumbrado a vivir en una suerte de confinamiento agradable en el que no hace falta salir a la


calle ni construir nada con nadie porque somos autosuficientes y muy productivos. Todo ello va encaminado a destruir cualquier tipo de red física y humana. Sin embargo, falla la wifi y a la


gente le entra el pánico. Parece que somos ya incapaces sin internet.  — ¿LE VE ALGÚN TIPO DE SOLUCIÓN? —No. Caminamos muy rápido y cuesta abajo. Las soluciones son muy antiguas. Hay que


recuperar la calle, el sindicalismo y dejar de militar en lo light. Esto va de asustar a los de arriba. — ¿QUIÉNES SON LOS DE ARRIBA? YA NI SIQUIERA SABEMOS A QUIEN DERRIBAR. —Los países han


ido perdiendo soberanía y ya no se sabe muy bien ante quién responden. Sin embargo, es mejor no caer en ningún tipo de conspiracionismo porque muchas veces, cuando las cosas parecen


especialmente complejas, son el resultado de un cúmulo de casualidades absurdas. Creo que la mayoría de las ocasiones juega más la ineptitud colectiva que la existencia de un plan


maquiavélico. — SI TUVIERA QUE CONTAR SU VIDA ¿CUÁL SERÍA EL MONTAJE DEL DIRECTOR? — No sabría qué decirle. Lo que sí tengo claro es que es absurdo eliminar metraje. Absurdo e imposible


además. Quiero decir que uno arrastra todas las películas grabadas. Todo lo más que puedes hacer es esforzarte de modo consciente en acortar los planos que menos te gusten en el sentido de


tratar de tener menos foco en ellos para no cargar con demasiada mochila. Pero creo que eso es todo lo que uno puede hacer. — ¿ESTÁ ESCRIBIENDO AHORA ALGO MÁS, ALGO NUEVO, ANTONIO? —Sí, ya


le digo, escribir es algo que necesito para no volverme loco, y bueno, tengo cosillas, pero nada con una forma demasiado concreta. No tengo ni presiones editoriales, ni fechas que cumplir,


ni encargos de ningún tipo. Escribo por pura necesidad, y al fin y al cabo me doy cuenta de que disfrazado de una cosa o de la otra, a mí mis inquietudes, mis dolores y las cosas que


necesito sacarme de encima son más o menos las mismas. Hay envoltorios que me quedan un poco mejor y envoltorios que me quedan un poco peor, pero al final debajo hay siempre el mismo fulano.