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22/05/2025 ACTUALIZADO A LAS 12:53H. El pasado martes falleció un pequeño de dos años tras pasar cinco horas encerrado en un coche a pleno sol en la calle Pintor El Greco de la ciudad de
Linares. Al parecer a las nueve de la mañana, su progenitor de acogida, de 69 años, lo llevó a la guardería en la sillita de bebé pero por razones en principio fortuitas –un irreparable
olvido– no lo hizo y dejó aparcado el coche con el niño dentro. Lamentablemente, este tipo de sucesos se repite año tras año y en épocas de más calor con resultado mortal como ha sucedido en
este caso. Pero, ¿CÓMO PUEDE SUCEDER que un adulto se olvide de un bebé en en coche?, se preguntan muchos padres. Según ABEL DOMÍNGUEZ, psicólogo infanto-juvenil en Domínguez Psicólogos,
una de las causas «de hecho la más probable y común en estos casos, es el estrés y la ansiedad prolongada. Cuando HAY UN PICO DE ANSIEDAD concreto hace que de repente los adultos nos
olvidemos de lo más importante que al final son las personas. Nos centramos absolutamente en las tareas y las personas al final pasamos a un segundo o tercer plano. En este último caso, se
trata de UN PADRE DE ACOGIDA, por lo que entiendo que había pasado controles por parte de un equipo psicosocial que le habría valorado como un acogedor idóneo para este menor». Asegura que a
cualquier humano al que le falte la salud mental en un momento de su vida puede llegar a tener un episodio psicótico por el que de alguna manera se desconecte de la realidad y directamente
se le olviden COSAS ABSOLUTAMENTE IMPORTANTES Y BÁSICAS, como sacar a los niños del coche. «Por ello, me gustaría que hiciéramos una reflexión porque por un lado, a cualquiera que somos
padres-biológicos, en acogimiento o adoptivos- NOS PUEDE PASAR CUANDO se dan las condiciones de vida idóneas para que se dé un episodio de estos, y que efectivamente se puede hacer de manera
involuntaria. Ahora toca valorar si esta persona lo ha hecho de manera voluntaria o involuntaria, pero lo que está claro es que es un GRAN IMPACTO, tanto para tanto para este adulto como
para la madre de acogida y el entorno familiar y social del menor». Reconoce que es fácil identificarse con una persona que ha sufrido este suceso «porque al final vamos todos tan a tope en
el día a día, queremos llegar a hacer tantas cosas, se recibe tanta presión, que actuamos muchas veces más como máquinas que como personas, y se nos olvida lo más fundamental. La DIFICULTAD
DE CONCILIAR, de llegar a todo sin dejarnos la salud por el camino es cada vez más complicado. Por ello no es de extrañar que pasen algunos casos como el de olvidar a un menor en un coche».
No duda al asegurar que a nivel moral y social es un hecho que está muy penado «porque un hijo, ya sea biológico o de acogida, es lo más importante para cualquier ser humano. Al adulto que
le sucede algo así tiene que trabajar, por un lado, el DUELO DE LA PÉRDIDA DEL MENOR y, por otro, elaborar, encajar o gestionar a nivel emocional SU FRACASO COMO PADRE, en este caso
acogedor. Y, desde luego, el haber cometido sin haberlo buscado, SE ENFRENTA AL DELITO de muerte, en este caso el delito de homicidio involuntario». Por su parte, Belén Tarrat Fierros,
psicóloga de Vida y pérdida, espacio de acompañamiento al duelo, añade que la muerte de un hijo es una experiencia devastadora y cuesta pensar en superarlo. "En los grupos de padres que
acompañamos, preferimos hablar DE APRENDER A VIVIR con la ausencia del hijo. Es un proceso sumamente doloroso y desgarrador. Integrar y elaborar lo ocurrido es una tarea compleja que
conlleva un gran vacío de vida. Al principio, el dolor no sólo es emocional, sino también físico; hay familias que nos dicen que duele hasta respirar… Poco a poco se va aprendiendo a tolerar
ese dolor y a ALIVIAR LAS EMOCIONES INTENSAS, como la tristeza, la rabia, la culpa…". Superar este proceso acompañado es, según esta experta, un gran apoyo, especialmente con familias
que han pasado por una vivencia similar, "por eso los GRUPOS DE APOYO son muy importantes". Explica que tras la muerte de un menor, hay mucha incomprensión; incluso cuando se
produce tras una enfermedad grave, nos preguntamos por qué. "Son muchas las cuestiones que nos planteamos porque es difícil entender que, en el comienzo de la vida, ésta se acabe o que
se sobreviva a un hijo. Este hecho ya es difícil de aceptar y ES NATURAL PLANTEARSE cómo podría haberlo evitado y, aunque no hayamos podido hacer nada para cambiarlo, forma parte del proceso
de asimilación. La LUCHA INTERNA con esta incomprensión puede generar una intensa culpa que, real o no, es compleja de elaborar… Solo desde el perdón y la compasión con nosotros mismos,
podremos repararla". Añade que a nivel social, también existe un gran tabú frente a la muerte, "especialmente ante la traumática y antinatura de un menor. Al entorno le cuesta
mucho acoger el dolor y acompañar a personas que están sufriendo, por eso, resulta muy importante que el entorno cercano a las personas en duelo permita que éstas puedan decidir, expresar,
compartir y sentirse comprendidas. Debemos evitar frases como “no pienses en ello”, “tendrás más hijos”, “no estés triste”, “lo que tienes que hacer es distraerte”… Expresiones que no
invitan a hablar de su dolor al que sufre". Reportar un error