Joaqui 'el panadero', un héroe

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El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), define la palabra héroe como '_Aquel __que lleva a cabo una acción heroica_'. Pues bien, Joaqui 'El


panadero' se ha ganado este calificativo. Los humanos no estamos acostumbrados a realizar gestas como la que llevó a cabo Joaquín Tornero Toral 'El Águila' en la noche del


pasado 9 de abril, cuando intentó salvar la vida de un animal, un gato, que, además, no era suyo, un acto de enorme generosidad que, lamentablemente, le costó la vida. Su entierro constituyó


una auténtica manifestación de duelo y que más de 500 personas, entre familiares y amigos, se acercasen hasta la iglesia de San Juan Bautista para darle el último adiós. Y pregunto ¿Quién


de nosotros hubiese hecho lo mismo? La respuesta, querámosla o no, es que casi nadie. A un animal se le puede querer mucho, pero nada comparable con la vida de un padre, una madre o un hijo.


Por eso, la acción valiente de este joven de 55 años, en pleno apogeo de su vida, casado y padre de tres hijos, y con un negocio en marcha, adquiere una dimensión sobrenatural a la que no


encontramos respuesta. La muerte no le ha llegado por un accidente laboral o de tráfico, a lo que estaba expuesto por su trabajo, ni por enfermedad ni causa natural, le ha sobrevenido en su


afán de ser buena persona, por salvar la vida de un ser viviente. Y esto ocurre en pleno siglo XXI donde la ambición, las catástrofes, las guerras y la maldad y envidias de muchos, campan a


sus anchas sin que nadie ponga remedio y las detenga. ¿Quién no conocía a este hombre? Joaquín era trabajador a más no poder, siempre entregado para que llegase a todos el pan diario, una


misión en la que ponía todo su empeño. Era como uno más de la familia, una familia (sus clientes), a los que veía todos los días, aunque fuera un instante, y con quienes entablaba un corto


diálogo cuando entregaba el pan en mano, o bien lo dejaba en la ventana o en el picaporte de la puerta. Sus prisas eran comprensibles, pues desde las ocho de la mañana hasta casi las cuatro


de la tarde tenía la sana obligación de proveer de pan y dulces a centenares de viviendas y locales del municipio. ¿Habrá mayor nobleza y generosidad que alguien te lleve a casa el pan que


has de comerte a diario? Nosotros le vamos a echar mucho de menos en la calle Agua, y estarán ustedes conmigo en que los productos que elaboraba eran de muy buena calidad. De ello pueden dar


fe mis familiares de Madrid, a los que cada vez que voy a visitar les llevo pan de su panadería y les encanta.  No tengo el gusto de conocer personalmente a su mujer e hijos, pero sí sé


que, tanto ellos como sus incontables amigos deben estar orgullosos de él, por su capacidad de trabajo, por su valentía y por su generosidad. A todos ellos ahora les toca recuperar el ánimo,


aunque sé que será muy difícil, y continuar el legado del patriarca de la familia a través de su negocio. Los clientes esperamos con los brazos abiertos su pan diario. A sus tres hijos les


toca ahora cuidar, mimar y proteger a su MADRE, porque como una MADRE no hay nada ni nadie en la vida. Eso os lo puedo asegurar. Descansa en paz, Joaqui.