4 escritores comparten sus experiencias en tren

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El Chepe Express viaja de ida y vuelta a Chihuahua, México. DE LOS MOCHIS, SINALOA, A CREEL, CHIHUAHUA, MÉXICO ​ Rocky y yo nos conocemos muy a fondo. No somos parientes consanguíneos, pero


cuando estábamos en la escuela secundaria, nuestros profesores y compañeros nos consideraban una sola persona. Yo no era Adam, un estudiante que aspiraba a ser periodista algún día, y él no


era Rocky, un aspirante a empresario. No, éramos AdamyRocky, una palabra, pronunciada de un tirón. Nuestra profesora de inglés, la Sra. Morgan, solía decir que compartíamos el mismo cerebro.


Cuando nos distanciamos después de la escuela secundaria, hicimos un pacto al estilo Tom Sawyer y Huck Finn para comprometernos a emprender una aventura cada año. Y así lo hicimos durante


muchos años, pero la vida se interpuso y cada vez nos resultó más difícil escaparnos.  Fue en una conversación por mensaje de texto sobre un viaje que hicimos en el pasado a Los Cabos,


México, cuando surgió nuestra idea. En todas las veces que habíamos viajado al sur de la frontera, nunca nos habíamos alejado de la playa. Pero esta vez, Rocky y yo decidimos recorrer México


en tren, ya que nuestros viajes por el mundo nos habían enseñado que la mejor forma de conocer un país y a su gente era sobre rieles.  “¿Recuerdas cuando hicimos senderismo por el Gran


Cañón?”, me escribió Rocky en medio de un día de trabajo. “Por supuesto”, le contesté segundos después. “Sigue siendo una de las mejores excursiones de senderismo que hicimos”. “¿Quieres


superar ese nivel y explorar un cañón aún más grande?”. “🙂” le respondí. (Esto fue en el inicio de la era de los emojis, y aunque nuestros hijos nos decían que no nos molestáramos en


intentar estar a la moda, lo hicimos de todos modos). El Chepe Express recorre más de 220 millas serpenteando las Barrancas del Cobre, en el desierto de Sonora. La región de Barrancas del


Cobre tiene aproximadamente 25,000 millas cuadradas, y el sistema de cañones es más grande que el Gran Cañón. Comienza cerca de las arenosas costas de Los Mochis, en el estado mexicano de


Sinaloa (en el lado este del golfo de California) y hace cuatro paradas: El Fuerte, Bahuichivo, Divisadero y por último Creel, en el estado de Chihuahua. Rocky y yo volamos a Los Mochis para


pasar un par de días en la playa antes de tomar el tren. Salimos de la estación a las 8 en punto de la mañana y comenzamos nuestro recorrido a campo traviesa. Como muchos trenes europeos,


el Chepe Express ofrece tres clases de servicio: primera clase, clase ejecutiva y clase turista. Sin embargo, si te gusta viajar con lujo, los asientos de la clase turista no son para ti. En


términos de comodidad, es como estar sentado en un banco del parque durante ocho horas. Sin embargo, pasamos la mayor parte del tiempo en el vagón social sacando fotografías y conversando,


así que casi ni nos dimos cuenta.  El desierto de Sonora, que se extiende hasta Arizona, es una anomalía. El suelo es calcáreo, y la tierra roja de caliche se calcina bajo el implacable sol


mexicano, emitiendo tenues vapores de roca quemada. Sin embargo, el follaje es verde y exuberante. A medida que el pesado tren aumentaba la velocidad e iniciaba el lento ascenso hasta 7,900


pies sobre el nivel del mar, las áridas praderas de las altiplanicies dieron paso a los mezquites dulces, los palos verdes y las yucas, además de numerosas especies de cactus. Nos


maravillamos ante el desierto virgen e indómito a medida que iba tomando forma. Su belleza resaltaba por el hecho de que, si bien nos encontrábamos al pie de una maravilla natural similar al


extremo sur del Gran Cañón, no estaban las multitudes habituales en el extremo sur.  Después de subir la montaña durante ocho horas, cruzar varios de los 37 puentes de la ruta y pasar por


la mayoría de sus 86 túneles, Rocky y yo bajamos en Divisadero, la vía de acceso a las Barrancas del Cobre y el lugar desde donde se pueden contemplar otros tres cañones para tener una idea


de la inmensidad de la región.  Cuando bajamos del tren, los miembros de la tribu tarahumara local vendían objetos de cerámica y cestos de paja hechos a mano. Rocky y yo nos pusimos a


conversar con algunos de los hombres y nos enteramos de que la tribu es conocida por correr por el cañón con los pies descalzos (o con sandalias poco resistentes).  Ya no éramos tan


aventureros, pero preguntamos en un español entrecortado qué excursión debíamos hacer en Divisadero. Los hombres nos indicaron un sendero menos conocido, que seguimos para disfrutar de unas


vistas impresionantes del barranco.  Cuando regresamos al tren, coincidimos en que esa había sido la mejor excursión de nuestra vida.  Es cierto que el Gran Cañón ofrece vistas increíbles y


comodidades durante el trayecto, pero el Chepe Express y la gente que vive a lo largo de las vías ofrecen una experiencia única, completa con hospitalidad montañesa y vistas excepcionales


que no existen en Estados Unidos, y ni siquiera tuvimos que salir de Norteamérica. Estar lejos de nuestro país y de nuestra familia durante unos días, volver a la misma rutina de la escuela


secundaria y al mismo tiempo hacer nuevos amigos en una nueva cultura nos confirmó que algunos viajes se disfrutan mejor con los amigos de toda la vida. _Tarifas de ida en clase turista a


partir de $60. _ _Adam Pitluk fue redactor en jefe de la revista _American Way_. A pesar de llevar décadas vinculado a la industria del transporte aéreo, prefiere un pasaje de clase turista


en un tren lento por el interior del país._