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A estas alturas, tal vez ya sepas que los sobrevivientes de COVID-19 enfrentan síntomas persistentes durante semanas o meses después de la infección. No se pueden concentrar en el trabajo.
Se quedan sin aliento al cruzar la calle. Tienen mareos, insomnio, confusión, taquicardia o una serie de otros efectos duraderos que les impiden reanudar su vida normal. Ahora, un nuevo
estudio con 1,733 pacientes hospitalizados por coronavirus (en inglés), publicado en la revista científica _The Lancet,_ ofrece un análisis preliminar del grado de prevalencia y duración de
este trastorno: tres de cada cuatro pacientes todavía tenían por lo menos un síntoma seis meses después de contraer COVID-19. Los síntomas más comunes a los seis meses fueron fatiga y
debilidad muscular, reportados por el 63% de los pacientes, seguidos de dificultades para dormir (26%), y ansiedad y depresión (23%). Más de una cuarta parte de los participantes tenían una
disminución de la función pulmonar. Si bien los síntomas persistentes de COVID-19 afectan tanto a los jóvenes como a los adultos mayores, la edad parece ser un factor determinante. El
estudio publicado en _Lancet_ reveló que la probabilidad de que un paciente reporte fatiga o debilidad muscular aumenta un 17% con cada incremento de 10 años de edad. “Dado que la COVID-19
es una enfermedad tan reciente, solo estamos comenzando a comprender algunos de los efectos persistentes que supone para la salud de los pacientes”, advirtió el Dr. Bin Cao, autor del
estudio y director de Medicina Respiratoria y de Cuidados Críticos en el China-Japan Friendship Hospital, en Beijing. “Nuestro análisis indica que la mayoría de los pacientes continúan
viviendo con al menos algunos de los efectos del virus después de abandonar el hospital, y destaca la necesidad de brindar atención después del alta, en especial para quienes tienen
infecciones graves”. LOS PACIENTES CON CASOS LEVES TAMBIÉN SE VEN AFECTADOS El estudio publicado en _Lancet_ analizó solo a los pacientes que fueron hospitalizados. Sin embargo, la gran
mayoría no necesitaron un respirador artificial ni permanecer en la unidad de cuidados intensivos (UCI), lo que significa que no fueron los casos más graves. Las investigaciones demuestran
que todos los pacientes que ingresan a una unidad de cuidados intensivos —y no solo los que contraen COVID-19— corren el riesgo de sufrir efectos a largo plazo, como disminución de la
capacidad pulmonar, problemas para dormir, déficit cognitivo, ansiedad y depresión. De hecho, muchos hospitales tienen “clínicas de recuperación de cuidados intensivos” dedicadas a ayudar a
esos pacientes. En un principio, los médicos pensaron que eso era lo que observaban en los pacientes que habían tenido COVID-19. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que quienes habían
tenido solo casos leves de la enfermedad (y nunca fueron hospitalizados) también reportaban síntomas persistentes, advirtió el Dr. Christian Sandrock, especialista en Enfermedades
Infecciosas y Cuidados Críticos Pulmonares en University of California, Davis. “Contrajeron COVID-19 y se sintieron muy mal en casa, pero nunca fueron hospitalizados”, señaló. “Sin embargo,
nunca mejoraron por completo ni tuvieron nuevos síntomas. Este subgrupo es una buena parte de mis pacientes”. Considera el caso de Marina Oshana, una paciente de Sandrock de 63 años. Oshana,
profesora de Filosofía jubilada de Davis, California, contrajo lo que pensó que era un fuerte virus en febrero del 2020 que resultó ser COVID-19. SÍNTOMAS PERSISTENTES _Estos fueron los
síntomas más comunes que reportaron los pacientes hospitalizados por COVID-19 seis meses después de recibir el alta:_ * Fatiga y debilidad muscular: 63% * Dificultad para dormir: 26% *
Ansiedad y depresión: 23% * Caída del cabello: 22% * Trastorno del olfato: 11% * Palpitaciones: 9% * Dolor en las articulaciones: 9% * Trastorno del gusto: 7% * Mareos: 6% GETTY IMAGES
Oshana recuerda sentirse agotada durante algunas semanas, tener fiebre leve y una tos “terrible”, pero los síntomas nunca se agravaron lo suficiente como para pensar que debía acudir al
hospital. Sin embargo, once meses después, todavía está batallando con fatiga, palpitaciones y un nivel de oxígeno en sangre que a veces desciende a niveles peligrosos. “Puedo estar parada
en la cocina cortando cebollas y, de repente, el corazón se acelera a 126 latidos por minuto, y eso da miedo”, señaló. “Solía ser una persona activa. Hacía ejercicio cinco o seis veces por
semana. Ahora tengo que bajar bastante el ritmo. Es frustrante no poder hacer lo que hacía antes”.