Enfermeros en la primera línea contra la covid-19

feature-image

Play all audios:

Loading...

¿El estado de ánimo? En general es positivo, pero se describe mejor como agobiado. Tenemos personas que trabajan mucho y voluntarios registrados y dispuestos a ir a donde se necesiten sus


servicios. Recibo muchas llamadas en las que me preguntan ¿qué puedo y qué debo hacer? Hay muchas personas listas para dar un paso al frente. Sin embargo, están frustrados porque no se


sienten protegidos, no tienen suficientes equipos. Pero eso no nos impide hacer nuestro trabajo”. CATHERINE BEST, 40 Catherine Best ha enfrentado los cambios en el centro de vivienda


asistida donde trabaja. CORTESÍA CATHERINE BEST _Originaria de Plano, Texas, Best ha sido enfermera durante 18 años. Ha trabajado a tiempo parcial en un centro de vivienda asistida durante


los últimos dos años._ “A fines de marzo comenzamos a llevarles la comida a nuestros residentes a su habitación. Para ellos es difícil, porque la hora de comer en el salón es un momento


social. También se ha eliminado todo del área del comedor. Ahí es donde muchos de nuestros residentes toman un bocadillo o un café, y tal vez leen el periódico. Los familiares no pueden


visitarlos, y nuestros residentes no pueden salir con ellos durante este tiempo. Nuestro equipo los ayuda a comunicarse con sus familiares por FaceTime y eso los beneficia, pero no es lo


mismo. Tenemos que estar muy atentos porque el sistema inmunitario de los pacientes mayores se ha debilitado, y los pacientes con demencia no son tan capaces de mantener las manos limpias y


evitar tocarse la cara. Los examinamos todos los días para detectar la presencia de signos de COVID-19, les tomamos la temperatura y vemos si tienen otros síntomas. Soy la única enfermera


titulada en este establecimiento. Tenemos tres auxiliares de enfermería licenciados y cuidadores para unas 78 personas. Cerramos con llave la puerta trasera y nos toman la temperatura cuando


venimos a trabajar. Nos lavamos las manos sin cesar y usamos guantes para todos los procedimientos médicos. Me encargo del cuidado de la piel, de las heridas, del control de la temperatura.


Estamos entre ellos y los médicos”. MELISSA MENDEZ, 35 _Coordinadora adjunta de cuidados de enfermería del NYU Langone-Brooklyn Hospital, Brooklyn, N.Y. Mendez ha sido enfermera durante 12


años._ “Soy enfermera en una unidad de COVID-19 que tiene 30 camas. También soy esposa y madre. Mi esposo es agente de policía de la ciudad de Nueva York. Sentimos una tensión constante.


¿Nuestro mayor temor? Traerle el virus a nuestro hijo, que tiene 5 años. Siempre he sido lo más sincera posible con nuestro hijo, Joshua. Durante esta pandemia, he sido más sincera que


nunca. A veces vemos las noticias juntos por televisión. Por eso tuve que decirle que hay quienes mueren por este virus. Tuve que explicarle por qué no puede visitar a sus abuelos; por qué


no podemos ir a jugar al parque; y por qué no puede correr a abrazar a su madre cuando regresa a casa del hospital por la noche. Es angustiante porque no sabes lo que encontrarás en un día


determinado. Puedes entrar a una habitación y hablar con un paciente de COVID-19 que necesita asistencia mínima con el oxígeno. Luego entras a otra habitación y el paciente tiene dificultad


para respirar, a punto de ser intubado. Como enfermera, sientes estrés y ansiedad. Hace poco uno de mis colegas recibió un resultado positivo en la prueba de detección del virus. Solo


quieres asegurarte de estar bien protegido, y más aún para que no haya ninguna posibilidad de infectar a tu familia. Tengo mucho miedo todos los días. Salgo del trabajo, me subo al auto y


lloro. Tengo que hacer eso antes de llegar a casa porque quiero tener la mayor normalidad posible. Sin embargo, en el fondo siempre me pregunto: “¿Me lavé bien las manos? ¿Lavé bien mi ropa?


¿Limpié bien mi auto?” No obstante, no solo pienso en mí y en mi familia durante esta crisis, sino que me preocupo constantemente por mis pacientes. Es comprensible que casi nadie haya


entendido realmente la importancia de nuestro trabajo, hasta ahora. Somos los que tomamos la mano de tu ser querido cuando toma su último aliento”. Penny Blake cree que habrá trastorno de


estrés postraumático (TEPT) a consecuencia del coronavirus. MAGGIE STEBER/VII PHOTO PENNY BLAKE, 63 _Es enfermera de la sala de emergencias de un gran hospital comunitario en el sur de


Florida. Ha sido enfermera durante 43 años._ “Nosotros somos los que vemos entrar a los pacientes, evaluamos la prioridad de los que posiblemente tengan COVID-19 y los derivamos lejos de la


población general del hospital. Estamos en el lugar más peligroso. Si existe un riesgo de exposición para un trabajador de la salud, es mayor en la sala de emergencias. En nuestra área


local, hemos tenido 50 o 60 casos y un par de muertes. Estamos capacitados para usar equipos de protección personal, cómo ponerse y quitarse las batas que usamos y cuándo usarlas. Estoy


segura de que sé cómo protegerme, pero no tenemos suficientes equipos de protección personal. Todos los hospitales están racionando sus equipos. Cuando llega la avalancha de pacientes, no


quieren quedarse sin equipos. Eso nos pone en peligro. No creo que mi establecimiento ha manejado mal la situación. Creo que están haciendo todo lo que está a su alcance para conseguir lo


que necesitamos para poder hacer nuestro trabajo. Pero no tenemos suministros. Estamos ante una crisis que es muy similar a estar en guerra. Intentas caminar sin pisar las minas enterradas.


Vamos a ver muchos pacientes con trastorno de estrés postraumático, en especial cuando empecemos a ver que algunos de nuestros colegas se enferman o caen por esto. Tengo 63 años. Tengo


presión arterial alta, por lo que pertenezco al grupo de mayor riesgo. Me preocupa enfermarme de gravedad. ¿Tendrán un respirador para mí si me enfermo? Pero también me preocupa llevarle el


virus a mi esposo en casa. Me he estado despertando a las 2 o 3 de la mañana sin lograr volverme a dormir. Siento que estoy pasando otra vez por la menopausia”. NATALIE CORRELL-YODER, 60


_Especialista en enfermería clínica de NorthBay Healthcare en Fairfield, California. Ha sido enfermera durante 39 años._ "Nuestro hospital se ha estado preparando para el coronavirus


durante más tiempo que la mayoría. En febrero, fui una de las trabajadoras de salud que enviaron a cuarentena durante dos semanas después de que un paciente de nuestro hospital se convirtió


en el primer caso documentado de transmisión comunitaria del virus en Estados Unidos. Llevaba una mascarilla y guantes y no salí. Tenemos un baño, así que pasábamos mucho tiempo limpiando


todo. Me tomaba la temperatura varias veces al día y consultaba regularmente con el departamento de salud. Un día tuve una fiebre baja, y eso fue aterrador. Me hicieron la prueba de


detección del coronavirus y recibí un resultado negativo. Me había contagiado de un virus común. Mi hijo, que tiene 14 años, estaba bastante angustiado porque no lo podía abrazar. Eso fue lo


primero que quiso hacer después de la cuarentena. No había duda de que volvería a trabajar. Me encanta lo que hago y nunca elegiría otra cosa. Me he dedicado a este trabajo durante mucho


tiempo y he visto muchas cosas. Soy una persona de fe. Tengo un buen equipo y nos respaldamos el uno al otro”. Francisco Díaz toma precauciones para no propagar el virus. DAVID


'DEE' DELGADO FRANCISCO DIAZ, 54 _Es enfermero profesional del Mount Sinai Morningside Hospital, ciudad de Nueva York. Diaz ha sido enfermero durante 19 años._ “Hasta la crisis de


la COVID-19, trabajaba como enfermero con pacientes que tenían diabetes. En ese cargo, tuve la suerte de vivir otra vida fuera de mi trabajo. En la mayoría de los casos, mi contacto con las


enfermedades era limitado. Ahora no. Este virus mortal afecta toda mi vida. Ahora estoy trabajando en turnos de doce horas y me preocupa llevar la infección a casa. No puedo ignorar la


presión. Me está afectando. En mi nuevo cargo, esencialmente controlo a los pacientes para detectar si tienen neumonía. Muchos de ellos tienen COVID-19. También estoy capacitado para


conversar con las familias. Se los debo a mis pacientes. Soy uno de los pocos hispanos e hispanohablantes de mi pequeño departamento. Las familias necesitan hablar conmigo. Debido a que


compartimos la ascendencia, confían en mí de manera tácita. No le tengo miedo al virus. Tengo miedo de no poder seguir trabajando si lo contraigo. Tengo un colega que se enfermó por el


virus. Es parte del trabajo. Temo que si me enfermo tendría que dejar de trabajar. Pero ya doy por hecho que soy portador del virus, de esa manera es más fácil. Soy más prudente porque no


quiero propagarlo. No socializamos tanto como antes. De vez en cuando, me he sentido mal. A veces estornudo. Probablemente sea por el polen, pero pienso "Dios mío". Entonces, me


tomo la temperatura. Los hospitales son lugares muy problemáticos. No son seguros. Hacemos cosas que conllevan riesgos. La COVID-19 ha cambiado nuestro ambiente de trabajo. Hay más presión


para cuidarse a uno mismo. Ahora tengo más cuidado. Antes teníamos el lujo de no usar equipo de protección. Tenemos que considerar la cantidad que usamos y el tiempo que lo usamos. Nos


concentramos en prevenir las infecciones: lavarse las manos, mantenerse a una distancia segura en la cafetería, identificar los síntomas. Nos preocupa tener suficientes mascarillas y


suficiente desinfectante. Llevo mi identificación del hospital cuando salgo, en caso de que la policía me detenga cuando viajo hacia y desde el trabajo. El hospital ha hecho todo lo posible


para hacernos saber que nuestro trabajo está siendo reconocido. Ha dejado en claro que no deberíamos trabajar en condiciones en las que estemos comprometidos. Aun así, los desafíos son


enormes. Nunca he visto nada como esta pandemia”.