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Lo que más le gustaba a mi madre era la rutina nocturna de masajes reflexológicos en los pies. Su incansable y alegre auxiliar de cuidados en el hogar, Mary McLendon, le servía deliciosas
cenas caseras antes de sentarla en el sillón reclinable para masajearle tiernamente el arco y la planta de los pies. Entonces las dos hablaban en confianza sobre sus vidas, esperanzas y
temores mientras veían _Wheel of Fortune._ Durante un año difícil en el que mi madre, Jeanette Gilbert, tuvo múltiples hospitalizaciones por caídas que finalmente la obligarían a mudarse de
su apartamento a un hogar de ancianos, los cuidados de Mary y sus conversaciones fueron un bálsamo para calmar la creciente desesperación. No era solo mi madre la que estaba tan impresionada
por su relación. Dos años después de despedirse de nosotros, y siete meses después de la muerte de mi madre, Mary me llamó de improviso para hablarme de mi madre. "Era mi mejor
amiga", me dijo Mary. Como el ex cuidador principal de mi madre, estoy muy agradecido de que Mary entrara en nuestras vidas. Probamos con otros auxiliares de cuidados en el hogar que
llegaban tarde y luego se pasaban horas jugando con sus teléfonos en lugar de atender las necesidades de mi madre. Su apatía y distracción me preocupaban y no podía confiar en ellos. Pero no
tardé mucho en depositar toda mi confianza en Mary. Siempre puntual y sonriente, llegaba con una estrategia preparada para mantener entretenida a mi madre. Además, se convirtió en una
consejera indispensable para mí, cada día escribía sus impresiones sobre el sueño, el apetito y el estado de ánimo de mi madre en un cuaderno rayado que dejaba sobre la mesa del comedor.
Según los datos más recientes de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU., en el 2020 había casi 3.5 millones de auxiliares médicos y de cuidados en el hogar que atendían a las
personas mayores y a los discapacitados. Por su intensa labor, ganaban unos modestos $13.02 por hora en promedio, o poco más de $27,000 al año si hacían el trabajo a tiempo completo.