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La esposa de 67 años se siente agobiada. A pesar de estar consagrada a su marido, no podía parar de quejarse de su actitud tan egoísta. "Desde que se le diagnosticó la enfermedad de
Parkinson hace unos años, no me ha importado ayudarlo a vestirse y caminar, incluso le corto la comida", dijo. "Pero no soporto lo exigente que se ha vuelto. Además, nunca me
agradece nada". Ella es una de los millones de cuidadores conyugales que se han tomado los votos de "en la salud y la enfermedad" al pie de la letra. A lo largo de este
proceso, ha hecho muchos sacrificios para cuidar de él. Renunció a su trabajo a tiempo parcial, se salió del club de caminatas y disminuyó el tiempo dedicado a cuidar de sus nietos. Pero él
parece hacer caso omiso a todo lo que ella ha hecho, ya que constantemente se preocupa por el aumento de los temblores en su cuerpo y la hora en la que le toca la próxima pastilla. Las
quejas de la esposa se reflejan en los resultados de una encuesta de AARP y United Hospital Fund (en inglés) realizada a 336 cuidadores conyugales (parte de un estudio más grande titulado
_Home Alone_) que encontró que, en comparación con los cuidadores que son los hijos adultos de padres de edad avanzada, los cónyuges tienden a ser mayores, más pobres y con más
probabilidades de vivir en la misma casa con el receptor de cuidados y realizar tareas de enfermería. También poseen mayores probabilidades de tener sus propios problemas de salud, sufren de
mayores niveles de estrés y reciben menos apoyo externo de parientes y amigos. El 70% piensa que no tienen más opción que cuidar a sus cónyuges. Cuando me reúno con estos cuidadores
conyugales en mi consulta psicológica, observo muchos de los conflictos que se indican en el estudio. La mayoría de los cónyuges quieren cuidar de sus queridas parejas pero los agotan las
constantes exigencias y se desmoralizan por la falta de reconocimiento que reciben. A menudo se convierten en personas socialmente más aisladas con el pasar del tiempo. Algunas veces se
deprimen.