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Fue una figura muy amada y respetada en todo el mundo, si bien era notoriamente reservada —escasamente dio alguna entrevista prolongada a los medios durante todo su reinado— y, según se
dice, enfureció cuando las generaciones más jóvenes de la familia real rompieron con esa tradición y hablaron sobre lo que sucedía detrás de las paredes palaciegas. Se sintió especialmente
desencantada cuando la princesa Diana en la década de 1990, por ejemplo, habló públicamente sobre los amores extramaritales de ella y de Carlos. (“Bueno, éramos tres en este matrimonio, así
que estaba algo superpoblado”, dijo Diana refiriéndose a la novia de su marido, Camilla Parker Bowles, quien más tarde se convirtió en su esposa). Y se dice que la reina sintió una profunda
tristeza cuando el príncipe Harry, duque de Sussex, y su esposa, la actriz estadounidense Meghan Markle, duquesa de Sussex, participaron en una entrevista íntima con Oprah Winfrey en el
2021 y hablaron sobre los motivos que los habían hecho abandonar los deberes reales el año anterior. Entre las revelaciones explosivas: los pensamientos suicidas de Meghan y la falta de
apoyo emocional por parte de la familia, y el hecho de que un integrante de la familia real no identificado manifestara inquietud por el color de piel que podría tener Archie, el hijo de la
pareja, dado que Meghan es birracial. A medida que se intensificaban los problemas internos de la familia real (en enero pasado, la reina despojó al príncipe Andrew de sus afiliaciones
militares y sus patronatos reales como consecuencia de una demanda relacionada con el escándalo sexual de Jeffrey Epstein) también hubo indicios de reconciliación familiar. Entretenimiento
Paramount+ 10% de descuento en cualquier plan de Paramount+ See more Entretenimiento offers > En febrero anunció que era su “sincero deseo” que la duquesa Camilla fuera llamada “reina
consorte”, en vez de “princesa consorte”, cuando el príncipe Carlos ascendiera al trono. Y el príncipe Harry y Meghan Markle visitaron a la reina Isabel II juntos por primera vez en más de
dos años la primavera pasada. Sus logros fueron muchos, aunque a menudo fueron subestimados. Trajo estabilidad a la monarquía después de la abdicación de su tío y la muerte de su padre;
aceleró el establecimiento de Gran Bretaña como una mancomunidad; y apoyó en forma silenciosa la igualdad racial y el avance en todo el mundo. También reformó las finanzas de la monarquía
para reducir sus gastos y pagó impuestos sobre el ingreso real que se había exento durante mucho tiempo. Durante su largo reinado, Isabel II viajó por todo el mundo y a menudo hizo historia
durante sus viajes: fue la primera monarca británica que recorrió el territorio continental de China (1986), y en el 2011 se convirtió en la primera monarca británica en cien años en
visitar la República de Irlanda, donde expuso sus “sinceros sentimientos y profunda compasión” por el difícil pasado angloirlandés. Y en una visita real a Australia y Nueva Zelanda en 1970,
desterró siglos de tradición al participar en un paseo junto con la multitud en vez de saludar a la distancia. Algunos de sus biógrafos creen que sus deberes reales desplazaron a los de
madre de sus cuatro hijos, a quienes les brindaba pocas señales de afecto en público. Fue su marido de 73 años, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, quien —aunque no podía dar su apellido
a sus hijos: los príncipes Carlos, Andrés y Eduardo y la princesa Ana— se hizo cargo de su crianza, junto con niñeras y la reina madre. Hablando de esta última, el príncipe Carlos dijo en
ocasión de su fallecimiento en el 2002: “Para mí, ella lo fue todo ... Parecía gloriosa, imparable y, desde que era un niño, la adoraba”.