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Si hubiera que elegir a un genio iconoclasta de la música afrocaribeña, un artista tan revolucionario y virtuoso que rompió con todos los esquemas para crear un sonido nuevo, ese sería Eddie
Palmieri. Inspirado en la genialidad de su hermano mayor, Charlie —“el verdadero rey de las blancas y negras”, como él mismo lo define— Palmieri es un músico rebelde y malentendido,
adelantado a su época y género musical. Lejos de descansar sobre las glorias del pasado, Palmieri continúa creando música con la misma energía infatigable de siempre. Su próximo disco,
dedicado al jazz latino, verá la luz este año, mientras los reconocimientos a su trayectoria no paran de llegar. El año pasado recibió el Premio a la Excelencia Musical de la Academia Latina
de la Grabación, mientras que en 2012 sus raíces jazzeras fueron reconocidas a través del prestigioso NEA Jazz Masters Award. Podría haber sido un compositor clásico, alguien como Igor
Stravinsky. Pero creció bajo el hechizo del jazz y la música cubana, un neoyorquino de padres puertorriqueños. Se dedicó a la salsa, participando en la invención misma del género, para
después sacudir sus cimientos y experimentar con disonancia, teclados electrónicos, mensajes sociales y temas de más de 10 minutos de duración. Nacido en el barrio de Spanish Harlem en
1936, cursó estudios de música en The Juilliard School. Empezó como percusionista, pero se cansó de acarrear sus timbales y se dedicó al piano. Eran los años 50, época de oro para la música
latina en Nueva York. Palmieri comenzó su carrera acompañando a las orquestas de Vicentico Valdés y Tito Rodríguez. En 1961, empezaron las innovaciones. Creó su propia orquesta, La
Perfecta, basándose en una combinación inaudita: dos trombones y flauta de madera, un formato aguerrido y lleno de _swing_, que de ahí en más sería conocido como “trombanga”. “Todo ocurrió
por una cuestión económica”, explica Palmieri, de 77 años, con una sonora carcajada. “En esa época todos tenían un conjunto con tres o cuatro trompetas. Yo también quería tener mi propio
grupo, pero era difícil conseguir trabajo. Una noche fui a un club social donde Johnny Pacheco realizaba descargas los martes. Ahí me encontré con un trombonista genial que se llamaba Barry
Rogers y lo contraté. Después llega el brasileño José Rodrigues como segundo trombonista, y se arma este fenómeno musical llamado La Perfecta”.