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DIRECTOR: George Tillman Jr. GUIÓN: Craig Bolotin (basado en la novela de Nicholas Sparks) ELENCO: Britt Robertson, Scott Eastwood, Alan Alda, Jack Huston, Oona Chaplin, Lolita
Davidovich DURACIÓN: 128 minutos Una sola escena puede resumir _The Longest Ride. _Cuando Luke (Scott Eastwood), el fuerte, masculino vaquero protagonista se reúne con su refinada novia
Sophia (Britt Robertson) en la elegante galería donde ella trabaja, su jefa le pide su opinión sobre la exhibición. Después de ver que el arte abstracto (que a él le parece solo un montón de
bolitas y palitos), se vende por miles de dólares, Luke, que también vive de sus manos, le responde: “Creo que hay más estiércol aquí que en los establos donde trabajo”. Su juicio denota a
la vez la falsedad del discurso artístico como forma de vida y a los toros de los que él mismo vive. Asimismo, el espectacular éxito del autor Nicholas Sparks nos indica que mucha gente
coincide con el punto de vista de Luke: las expresiones refinadas y complejas del arte no les dicen nada. Claramente, la película está dirigida a ese público. Por otra parte, se podría
descalificar a _The Longest Drive_ por manejar el romanticismo anticuado y “rosa” que caracteriza a Sparks, pero en este caso habría que reconocer que por lo menos aspiró a reproducir el
discurso ideológico de Ernest Hemingway. En concreto, con lo que respecta a su obra maestra, _The Sun Also Rises_. Luke, como Romero, el torero héroe de la novela de Hemingway, vive de los
toros. Sin embargo, pero mientras que Hemingway reconocía que había un principio estético y simbólico detrás de la “fiesta brava”, Luke participa en burdas competencias donde debe
permanecer montado en un furioso toro utilizando solo una mano (el máximo posible son 8 segundos). El “deporte” es brutal y la pregunta no es cuando, sino cuánto podrán salir lastimados
quienes lo practican. Robert Viglasky/Cortesía The Weinstein Company Scott Eastwood y Britt Robertson en una escena de 'The Longest Ride'. Sophia representa, por su parte, a ese
mundo sofisticado y femenino que Luke no entiende, pero respeta. Sophia viene de una gran metrópolis, pero acabó en una pequeña universidad de Carolina del Norte por una beca para estudiar
artes visuales. Está próxima a graduarse y su ambición de trabajar para una galería en Nueva York parece en camino de cumplirse. Es evidente que Luke no encaja en lo absoluto en la idea que
tiene Sophia de una pareja, pero ayuda que sea atractivo (el actor que lo interpreta es hijo de Clint Eastwood) y que su oficio le ha desarrollado una fuerte musculatura que se muestra en
detalle a la menor oportunidad. Sophia se siente atraída por la caballerosidad y buenos modales de Luke, pero sabe que el romance no tiene futuro, pues en dos meses ella se va a Nueva York.
Cuando él la lleva de regreso a su casa, una vez decidido que su relación “no puede ser”, tiene la oportunidad de mostrar su heroísmo al rescatar a un anciano (Ira, interpretado por Alan
Alda) que ha tenido un accidente de auto. Ira sobrevive y los jóvenes comienzan una relación con él. Sophia se dedica a leer las cartas que alguna vez Ira le escribió al amor de su vida:
Ruth, una judía austriaca que llega con su familia a Carolina del Norte huyendo del nazismo. Ira, quien también es judío, la corteja, pero antes de casarse, es enviado a la guerra. Las
historias entre las dos parejas se van intercalando en el tiempo y así vemos cómo también Ruth representa el mundo sofisticado del arte, en contraste con Ira, quien es un simple vendedor de
trajes. En su intento por reproducir la dinámica de Hemingway en _The Sun…_ Sparks parece olvidar que el discurso de la novela era pertinente en el contexto de la llamada Generación Perdida
que es la de los jóvenes después de la Primera Guerra Mundial. Como Jake, el protagonista de Hemingway, Ira también recibe una herida que pone en peligro su futuro con Ruth. La herida de
Jake tiene el sentido de simbolizar la “pérdida” de toda una generación de hombres; la de Ira, pretende ser similar, pero el contexto ya no es el mismo. Sparks se queda con el desprecio que
Hemingway sentía por los adinerados parásitos exiliados en París y los comparaba con aquellos que sí tenían que trabajar para vivir. Es cierto que Hemingway también abogaba por una versión
de masculinidad que estaba ligada a la capacidad de trabajar con las manos y en la naturaleza, y con eso se queda Sparks. _The Longest Ride_ va a complacer seguramente a los muchos
admiradores de Sparks, cuyas nueve historias llevadas al cine han recaudado 750 millones de dólares. En ese sentido, se podría decir que su contenido no es ni mejor ni peor que el de los
otros éxitos de Hollywood. Seguramente el público que comparte el rechazo por historias sofisticadas es el mismo que se vuelca en los cines para ver cintas de acción y superhéroes; o
comedias como las de Jude Apatow, cuyos protagonistas masculinos son hedonistas adolescentes perenes. Los personajes de Sparks son hombres “chapados a la antigua”, que traen flores a sus
novias y que ponen al amor frente a todo. Puesto en el contexto de ese universo exclusivo de los _blockbusters_, las historias de Sparks por lo menos aspiran a una visión del mundo —siempre
en un pasado inventado— que, es evidente, le traen cierto confort a mucha gente para quien la realidad presente se ha vuelto demasiado compleja. Es decir, no se les puede tomar en serio más
que dentro de las reglas de su propio universo imaginario. Evasión pura, pero que se asume como tal y en ese sentido cumple bien su función. TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: * En fotos: 10
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