Viuda toma control de sus finanzas ¿cómo lo hizo?

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Al mismo tiempo, Leslie estaba tratando de descifrar sus finanzas. Bob no podía recordar las contraseñas de sus cuentas que ni él ni Leslie jamás habían anotado. Como pudieron acceder a la


computadora de Bob, Leslie y sus hijas lograron restablecer las contraseñas con enlaces enviados al buzón electrónico de Bob, tras lo cual crearon nuevas contraseñas y entraron en las


cuentas. La mayoría de lo que descubrió fueron sorpresas desagradables. Leslie pensó que debían menos de $100,000 en su vivienda de cuatro dormitorios en Huntington, Nueva York. En realidad,


la deuda era de $130,000. Debían $12,000 por el sobregiro de una cuenta y en una tarjeta de crédito, mucho más de lo que ella pensaba. Las dos cuentas IRA de Bob tenían un total de


$200,000, no entre $300,000 y $400,000 como ella había anticipado. “Pensaba continuamente que debía de haber más dinero en alguna parte”, dice ella. “Pero no lo había”. Entretenimiento


Paramount+ 10% de descuento en cualquier plan de Paramount+ See more Entretenimiento offers > Y luego estaban los $300,000 del seguro de vida. Después de que Bob falleció en junio del año


pasado a los 69 años, Leslie, que tenía 63, comenzó a buscar la póliza. Tras una larga búsqueda, Amber, la hija de Leslie, descubrió que Bob había pagado la última prima trimestral en


diciembre del 2018. La póliza había caducado y la compañía aseguradora rechazó la reclamación. “No estaba enojada”, explica Leslie. “Simplemente apenada porque sabía que Bob anhelaba tanto


asegurarse de que su familia estuviera protegida financieramente”. En duelo por la muerte de Bob y abrumada por las preocupaciones de dinero, Leslie buscó asesoramiento financiero del comité


pastoral de su iglesia. El director le recomendó hablar con otro feligrés, Brian Cohen, que era un asesor financiero de Melville, Nueva York. Él le aconsejó anotar todos sus gastos para que


viera adónde iba el dinero y en qué podía ahorrar. Entonces ella sumó todos los gastos: comida, hipoteca, impuestos inmobiliarios, cuotas de un vehículo y otras obligaciones. Sus gastos


básicos, antes de agregar ropa, emergencias y otros costos diarios, ascendían a aproximadamente $3,700 por mes. En cuanto a ingresos, Leslie tenía el sueldo de su trabajo de asistente de


instrucción de $23,000 al año, que pudo mantener durante la pandemia. Su beneficio de sobreviviente del Seguro Social y la pensión de Bob sumaban casi $2,800 al mes. Con base en esas cifras,


Cohen le dijo a Leslie que tendría que vender la casa y mudarse a un lugar más pequeño o buscar otro tipo de arreglo. Esa fue una de las peores sorpresas, dice ella. “Visité un apartamento


para alquilar y era tan deprimente que salí llorando”. Decidió postergar su decisión sobre la vivienda y empezó a llamar a las compañías donde tenía cuentas para preguntar cómo reducirlas.


Cuando llamó a su proveedor de servicio móvil para quitar a Bob del plan, se enteró de que también le tocaba un descuento del 25% para docentes. Encontró una nueva peluquería que cobraba un


tercio del precio que había estado pagando. Redujo su cuenta de servicios públicos en $10 por mes con solo pasar a las facturas electrónicas.