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Es usual que las cumbres presidenciales sean generosas en fotos y declaraciones, pero limitadas en sus realizaciones concretas. En tal sentido, la reunión que sostuvieron el pasado fin de
semana en Santiago de Chile los líderes de América Latina y el Caribe con los de la Unión Europea, no se salió de los parámetros conocidos. Una vez más se escucharon los votos de ambas
regiones por estrechar sus lazos, en medio de un ambiente generalmente cordial. Pero al margen de tales propósitos, hubo otras cosas que destacar. Por ejemplo, los esfuerzos de paz que
impulsa la administración Santos recibieron el espaldarazo de mandatarios de este y el otro lado del Atlántico. De forma paralela, los organizadores registraron decenas de encuentros
bilaterales que probablemente germinen en los meses que vienen. Sin embargo, tal vez el evento más destacable en el campo de los avances fue la reunión que sostuvieron Colombia, Perú, México
y Chile, las cuatro naciones que conforman la Alianza del Pacífico. Creado hace menos de un año, tras haber sido propuesto en una cita en Lima en abril de 2011, el grupo ha tomado un ritmo
que llama la atención. El motivo es que los propósitos de conseguir una articulación política, económica y de cooperación e integración, con miras a construir un área de integración
profunda, están avanzando. Si las cosas siguen como van, la meta de permitir la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas puede no estar muy lejana. Una expresión concreta
de los avances fue la reciente decisión de México de eximir del requisito de la visa de visitantes a los nacionales de Colombia y Perú. Otro asunto clave es la intención de allanar el
camino para que las bolsas que ya forman parte del Mercado Integrado Latinoamericano (Mila) sumen a la mexicana, lo cual requiere voluntad y resolver diversos asuntos regulatorios.
Adicionalmente, está el tema comercial. En Santiago los presidentes de los países que componen la Alianza decidieron eliminar el 90 por ciento de los aranceles, antes de que termine marzo.
Dicho objetivo es relativamente fácil en casos como el de Colombia, que tiene tratados de libre comercio firmados con México y Chile, mientras que con Perú es por intermedio de la Comunidad
Andina. No obstante, hay que armonizar preferencias o establecerlas cuando no existan. El poderío de la nueva zona no es despreciable. En conjunto, las cuatro naciones tienen un Producto
Interno Bruto de 1,7 billones de dólares y albergan a 206 millones de personas. El monto de su comercio exterior supera los 900.000 millones de dólares anuales y son las principales
receptoras de inversión extranjera directa en Latinoamérica, con excepción de Brasil. Para Colombia, las posibilidades son llamativas. Con Chile existe un creciente nivel de intercambio, que
incluye exportaciones superiores a los 2.000 millones de dólares anuales y una balanza comercial favorable en casi mil millones. En lo que hace a Perú las ventas son de unos 1.500 millones
de dólares, con un saldo en negro de unos 600 millones. Lamentablemente, con México hay un abultado desequilibrio, de unos 5.000 millones de dólares anuales, por cuenta de las exportaciones
industriales de este en ramos como automóviles, camiones o teléfonos celulares. Eso quiere decir que es necesario trabajar mucho más para balancear mejor las cargas, algo que es mejor hacer
en un ambiente de cercanía y no de confrontación. Aceptado ese desafío, se debe celebrar que la Alianza del Pacífico funcione, pues una aproximación en bloque permite manejar mucho mejor las
oportunidades -y también los riesgos- que hay en la otra orilla del océano, en donde se concentrará la mayor parte del crecimiento mundial. La apuesta es ambiciosa, pero la agilidad
mostrada hasta ahora da razones para ser optimistas en torno al futuro de un proyecto que arrancó con fuerza y ahora necesita respaldarse con hechos.