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EN LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS SE HA GENERALIZADO EN EL LENGUAJE LA EXPRESIÓN “SOCIEDAD CIVIL”. LA IDEA SEÑALA A SU MANERA EL FIN DE LA GUERRA FRÍA, UNIDO A LA ESPERANZA DE QUE ESTE FINAL CONLLEVE
EL INICIO DE UNA ERA SIN GUERRAS NI CONFLICTOS DE GRAN ENVERGADURA. Pero este concepto representa también un rechazo y un distanciamiento respecto a las sociedades del siglo XX que se
militarizaron como consecuencia de las dos guerras mundiales o que se vieron obligadas a militarizarse bajo dirigentes dictatoriales o semidictatoriales que trataban de explotar en su propio
interés y de forma absoluta los recursos del país. La euforia que trajo consigo el fin de la amenaza nuclear no duró mucho. En realidad tan sólo unos meses, hasta que a comienzos de los
años noventa la guerra volvió a Europa en una forma arcaica que se daba por superada, repitiéndose en los Balcanes los acontecimientos de los años 1945-48. No obstante, se siguió insistiendo
en el concepto de “sociedad civil” e incluso se amplió su ámbito de aplicación: a saber, todas las regiones en crisis del planeta que se encontraban en circunstancias similares a las de una
guerra civil o en situación crítica y que, mediante el esfuerzo conjunto de la comunidad de naciones, debían ser encauzadas por un camino que prometiera la rápida pacificación y después el
auge económico, una especie de “milagro”, así como el pronto olvido de los horrores del pasado. Este planteamiento respondía a la mejor de las intenciones y era comprensible después de
décadas de un sinnúmero de guerras vicarias en tiempos de empate nuclear entre los dos bloques. Pero se pasó por alto algo decisivo. En ninguna democracia occidental, ni siquiera en los
países que, como Suecia, han gozado de siglos de neutralidad y ausencia de guerras, ha… PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO Director del área internacional de la DeutschlandRadio de Berlín. __
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