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Hay mañanas en que uno se levantaría con gusto sin nombre, domicilio ni historial de navegación. Otras, en cambio, mataría por un hilo del que ... tirar para recordar de dónde viene. Que se
lo digan al hombre que el otro día se despertó y borró por error 17 años de su vida. Compartió su historia en un foro sobre programación, donde explicó que tras levantarse de resaca había
ido al ordenador y había formateado un disco duro en el que realizaba unas pruebas, con tan mala suerte que se equivocó de unidad y de los cuatro discos que tenía conectados fue a elegir el
que más dolía. En unos segundos, las fotos y recuerdos de media vida se habían esfumado. Y no, no había guardado una copia, como muchos le recomendaron en el momento más habitual de los
mejores consejos: demasiado tarde. La facilidad con que desaparece un rastro es casi siempre inversamente proporcional al interés que se pone en su eliminación. Igual que puedes levantarte
una mañana y quedarte sin fotos, basta con que te empeñes en borrar unas huellas para que no haya manera de quitártelas de encima. A Carlos Mazón no le soltarán las suyas en la tarde del 29
de octubre de 2024, incluso si no llega a aclarar nunca dónde empiezan y dónde acaban. En el intento de reconstruir sus horas de ausencia, la oposición había solicitado las grabaciones de
las cámaras de la sede del Gobierno valenciano, pero ya no existían. El procedimiento, explicaron desde el Ejecutivo, es siempre el mismo: a los 15 días, las imágenes se eliminan
automáticamente, y solo se hace una excepción cuando pueden ayudar en la investigación de infracciones penales o administrativas o por requerimiento de la Policía o el juzgado. No ocurrió lo
mismo, y eso genera suspicacias, con las de la llegada de Mazón al Cecopi, difundidas cuatro meses después por su equipo. Pero hasta borrar puede ser inútil a veces. El fiscal general del
Estado, Álvaro García Ortiz, lo hizo con todos sus mensajes de WhatsApp el mismo día en que el Tribunal Supremo empezó a investigarle por un delito de revelación de secretos relacionado con
la pareja de Ayuso. Aunque supo más tarde que la empresa de mensajería los guardaba a buen recaudo y se había comprometido con la Guardia Civil a seguir preservándolos. Cosas de la nube y la
nueva esfera privada que descansa en manos de otros. Era distinto no hace tanto, cuando la información tenía un lugar donde existir. Entonces sí que se borraba bien. El informático del PP
dio una clase el día que sobrescribió 35 veces los discos duros de Luis Bárcenas, antes de sentir que se quedaba corto y rayarlos físicamente. Pero con los rastros pasa algo asombroso, que
existen incluso más ruidosamente después de muertos, y muchas veces dice más sobre lo sucedido lo que borras que lo que dejas a la vista.