Por qué 'digo vivir' | la verdad

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Quizá algún lector curioso se haya preguntado de dónde procede el nombre de la sección que aglutina columnas quincenales como la presente. Soy un simple ... pergeñador de palabras y estuve


dudando antes de elegir un título general que presidiera estos artículos. Pues bien, quiero explicar que después de barajar varias opciones, la mayoría literarias, opté por 'Digo


vivir', el título que preside desde hace algún tiempo las reflexiones que ustedes conocen si han leído alguna vez esta columna. 'Digo vivir' es el título que el inolvidable


poeta Blas de Otero puso al soneto que comienza: «Porque vivir se ha puesto al rojo vivo / siempre la sangre, oh Dios, fue colorada / digo vivir, vivir como si nada / hubiera de quedar de lo


que escribo. / Porque escribir es viento fugitivo / y publicar columna arrinconada...' Un soneto que forma parte de uno de sus primeros libros, 'Redoble de conciencia». Con este


título declaro mi fervor y admiración por la poesía de un escritor comprometido, profundo autor de versos imborrables al que no le importaba hablar con claridad, desde un amor sin fisuras y


a veces desencantado, de una España y sus penosos avatares históricos, incluido el presente (escribió en épocas de censura y prohibiciones). Una admiración que me llevó a organizar, en mis


lejanos tiempos de profesor, recitales de su poesía, a uno de los cuales asistió, llegada desde Madrid, la profesora Sabina de la Cruz, su última compañera de vida, gracias a los buenos


oficios de don Francisco Ros Giner y sus hijos Francisco y Clemen, vecinos en aquel tiempo de la profesora de la Cruz. Don Francisco Ros, por entonces director del Instituto donde yo ejercía


como docente, una persona recordada que, siendo de formación matemática, mostraba una encomiable pasión por la cultura. Hoy, Blas de Otero, un poeta de inolvidables hallazgos literarios,


dignos de figurar en el canon de la poesía de mediados del siglo XX, vive condenado a un doble ostracismo. Por una parte, el de la poesía, un género literario casi cancelado por una


modernidad idólatra de las tecnologías, y en la que la cultura se ha convertido en un espectáculo permanente y por ello minusvalorado. Por otro lado, la propia biografía del escritor,


enterrada por el escombro de los falsos héroes con que la modernidad intenta esconder valores como el compromiso político, la honestidad intelectual y el amor a la verdadera cultura (en la


que, quiérase o no, la poesía ocupa un lugar de honor, aunque hoy permanezca un tanto olvidada y, lo que resulta lamentable, en manos de raperos, 'tiktokers', seudopoetas y otros


especímenes). De Otero dejó dicho el escritor José Miguel Ullán: «No brotó una palabra de sus labios que no fuese verdad. Ni una sílaba innecesaria. Vivió tan solo para ver el árbol de las


palabras. Dio testimonio del hombre hoja a hoja. Quemó las naves del viento. Destruyó los sueños. Plantó palabras vivas...». Estas son las razones por las que he encomendado el título de mi


sección al magisterio literario y el ejemplo humano de tan alto poeta. En una entrevista concedida a LA VERDAD de Alicante en 1976, el autor proclamaba que la poesía debía salir al aire,


difundirse en las ondas, incluso a través de la canción porque 'el libro es solo una linda jaula para encerrar pájaros disecados. Hasta las líneas de un libro parecen rejas de una


jaula'. De su enorme popularidad da cuenta el hecho de que lo cantaron conocidos grupos y juglares de los años sesenta y setenta como Jarcha ('En el nombre de España, paz') y


Aguaviva, Paco Ibáñez, Luis Pastor, José Menese, Rosa León, Soledad Bravo, Hilario Camacho, Miguel Ríos, Víctor Manuel y Ana Belén (recordamos con especial interés la vibrante «España,


camisa blanca de mi esperanza / reseca historia que nos abraza / con acercarse solo a mirarla. / Paloma buscando cielos más estrellados / donde entenderse sin destrozarnos...»: un canto a la


paz y el entendimiento tan necesarios siempre). El año de su muerte, ocurrida en 1979, acogió en la madrileña plaza de toros de 'Las Ventas' un homenaje que congregó a unas


treinta mil personas, lo que da idea del entusiasmo que despertaba su figura. Sus poemarios no pueden ser leídos hoy sin una conmoción porque nos llegan hasta la raíz del sentimiento. Libros


como 'Ángel fieramente humano', 'En castellano', 'Pido la paz y la palabra', 'Hojas de Madrid con La galerna'... guardan todavía para los lectores de


hoy el aroma de las palabras esenciales. A tenor de las razones anteriores, puede comprenderse por qué me acojo al magisterio ejemplar, no solo en la poesía sino en la vida, de un poeta


como Blas de Otero, al que desde esta sencilla página del periódico quiero reivindicar con admiración y gratitud.