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Más allá de su valor nutritivo –que no es poco, gracias a la cantidad y calidad de sus proteínas–, el huevo suma su poder simbólico ... desde tiempos remotos como emblema universal de
fertilidad, renacimiento y florecer de la naturaleza, de la vida que se abre paso. Hoy, Lunes de Pascua, se celebra la Mona, una de las tradiciones más arraigadas y representativas de
Murcia, Valencia, Cataluña y Castilla-La Mancha, festividad que concentra en su significado el fin de las tribulaciones cuaresmales, la resurrección de Cristo y la llegada de la primavera.
En un ambiente de alegría y colorido, se suceden las meriendas campestres en lugares repetidos –a menudo regadas con algún esporádico chaparrón– que combinan tradición y gastronomía, con
familias y amigos reunidos en torno a la comida para degustar manjares característicos de cada región, con un elemento común y distintivo: el huevo. En nuestra zona levantina, las monas de
Pascua elaboradas con huevos cocidos incrustados en una masa esponjosa de bizcocho todavía conservan su raíz tradicional, mientras que en otras regiones predominan las versiones de
chocolate. Una costumbre secular, cuando el padrino regalaba la mona a su ahijado como premio por haber completado la Cuaresma. Hoy sigue siendo una excusa perfecta para reunirnos, comer
bien y celebrar el aflorar de la primavera. El huevo, alimento humilde pero glorioso, es imprescindible en nuestra cocina. En sus múltiples formas: duros, pasados por agua, al plato,
escalfados, en salsas, en tortilla... Un placer insuperable ¿Hay algo más sabroso que unos huevos fritos, especialmente si se comen sin tenedor, rebañándolos con un trozo de buen pan?
Huevos, ahora protagonistas de la actualidad a causa del grave desabastecimiento ocasionado por la gripe aviar en Norteamérica. Crisis que ha provocado la muerte de millones de aves,
afectando gravemente la producción y generado un alza en los costos de producción, el transporte y la alimentación de las gallinas, lo que ha obligado a importar ingentes cantidades para
evitar la escasez, ocasionando, de forma indirecta un aumento de su precio entre nosotros. Como toda actividad placentera que se precie, este manjar ha estado siempre rodeado de cierta
controversia, con sus pros y contras, debido al posible impacto en el aumento del colesterol y el riesgo de arteriosclerosis, proceso que obstruye las arterias. Si bien investigaciones
recientes han demostrado que el colesterol dietético tiene un impacto menor en este aumento que las grasas saturadas y los carbohidratos refinados. En todo caso el debate, un tanto
recurrente, versa acerca de la cantidad idónea que se puede comer semanalmente sin perjudicar la salud. En la búsqueda de respuestas que, cuando menos, despejen no sólo estas dudas
metabólicas, sino que también –tanto o más– alejen esa sensación un tanto culposa tras su ingesta, es importante contextualizar los hallazgos y valorar su efecto en función de las
circunstancias individuales. La clave reside en el equilibrio. HAY PLACERES SENCILLOS, COMO COMPARTIR UN HUEVO EN BUENA COMPAÑÍA, QUE NO DEBERÍAN PERDERSE NUNCA Para la mayoría de personas,
los expertos coinciden en que un consumo moderado de huevos, entre seis y siete a la semana, no solo no es perjudicial, sino que aporta beneficios nutricionales importantes, gracias a su
contenido en colina, vitaminas del grupo B y antioxidantes, esenciales para el cerebro, la salud ocular y, en general, para sentirse bien. Sin embargo, en personas con enfermedades
metabólicas, como la diabetes tipo 2 o con problemas cardiovasculares, es necesario ajustar las cantidades, ya que algunos estudios sugieren que un consumo excesivo podría aumentar el riesgo
de complicaciones. Por ello, los especialistas insisten en que su consumo debe evaluarse dentro de un patrón dietético adaptado a cada caso concreto, en el marco de una alimentación variada
y equilibrada. Como siempre, el paradigma descansa en la dieta mediterránea, con los beneficios que aporta una alimentación que incluya frutas, verduras, legumbres y aceite de oliva,
combinados con ejercicio físico moderado y exclusión del tabaco, una de las mejores estrategias para mantener la salud. Resulta laborioso, sin embargo, inculcar estos hábitos saludables,
demostrados, en la alimentación cotidiana, en particular entre las nuevas generaciones; un reto arduo, difícil de conseguir en una sociedad seducida por tendencias alimentarias que, para
ellos, gozan de enorme favor. Se trata de poner en valor algo que siempre ha estado entre nosotros, como simboliza el huevo, componente básico de esa dieta mediterránea. Señalarlo evoca ese
mundo rural archivado en la memoria de huerta, gallinas, corral, pan de hogaza y largas tardes de campo. Como un guiño a esto es, en el fondo, la tradición de celebrar esta festividad de la
Mona de Pascua, ante los embates de la modernidad. Nos recuerda que hay placeres sencillos, como compartir un huevo en buena compañía, que no deberían perderse nunca.