Enfermedad emergente versus bioterrorismo | la verdad

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Hace unas pocas semanas, tuve la fortuna de compartir unas horas con todo el personal de la Academia General del Aire y del Espacio de ... San Javier (AGA), espacio de tiempo que utilizamos


para hacer un repaso histórico del uso de bacterias, virus y otros agentes para, deliberadamente, generar una enfermedad o una situación de riesgo en cualquier tipo de colectivo. Otro de los


aspectos que también analizamos fueron las posibilidades reales de que hoy en día se produzca algún acto de esta naturaleza, lo que todos conocemos como una acción de bioterrorismo. ¿Por


qué saco a colación ahora este tema?, pueden pensar ustedes acertadamente. Pues bien, hace solo unas semanas, se confirmaba en algunos países del este, concretamente Hungría y Eslovaquia, la


presencia de algunos brotes de fiebre aftosa, paradigma de enfermedad infecciosa, muy contagiosa, y que afecta a multitud de especies, principalmente rumiantes –bovinos, ovinos y caprinos–


además del ganado porcino, entre otros. Siendo esta una situación grave de reemergencia de esta enfermedad en un territorio que no visitaba desde hace casi 50 años, es precisamente la


incertidumbre generada acerca del origen y procedencia del virus asociado a estos casos en Hungría la que nos lleva a establecer la relación con lo tratado en San Javier. Y es que unas


recientes declaraciones del siempre polémico primer ministro húngaro, Viktor Orbán, han sugerido que la presencia de la infección en su territorio podría deberse no a un capricho de la


naturaleza, sino a un acto deliberado e de terrorismo, es decir, al uso intencionado de este Aphtovirus –así se clasifica el agente causal de la fiebre aftosa– para generar la infección en


las granjas afectadas en su país y posteriormente, en el vecino eslovaco. Y son precisamente las repercusiones del posible uso deliberado de este virus las que nos llevan, al menos, a


reflexionar un poco respecto a las palabras del primer ministro húngaro. Aunque esta enfermedad raramente y de forma muy leve puede afectar al ser humano, la fiebre aftosa siempre ha sido


temida por sus consecuencias económicas, no solo ligadas a su efecto en los animales, sino principalmente por las tremendas repercusiones comerciales que acarrea tener la enfermedad en tu


territorio. Porque genera enormes trabas para colocar tus productos a cualquier nivel. Son precisamente esas limitaciones las que motivan que la solución aplicada en el ámbito de la Unión


Europea ante la presentación de este tipo de eventos sea siempre el sacrificio de los rebaños afectados, a fin de recuperar, lo antes posible, el estatus de libre de la infección, reconocido


no solo por la Organización Mundial de Sanidad Animal, sino ni más ni menos que por la Organización Mundial de Comercio (OMS). Sirva como ejemplo el último brote de fiebre aftosa


documentado en la UE, acontecido principalmente en el Reino Unido a principios de siglo, que acabó con más de 6 millones de animales sacrificados e incalculables pérdidas económicas


asociadas. ORBÁN HA SUGERIDO QUE LA INFECCIÓN PODRÍA DEBERSE A UN ACTO DELIBERADO DE TERRORISMO Siendo esta una situación grave, y a pesar de que aún se desconoce cómo ha llegado el virus a


estas granjas de vacas, que yo sepa, hoy en día, no se han aportado pruebas de la veracidad de un posible acto terrorista. 'Jugar' con microorganismos patógenos para generar un


daño intencionado no es nada fácil. En primer lugar, por las características especiales que deben de reunir los candidatos, que hace que no sean tantos los virus o bacterias que podamos


utilizar para eso. En segundo lugar, porque manipular este tipo de agentes infecciosos requiere de unas condiciones e infraestructuras al alcance de muy pocos. Por tanto, a mi juicio, la


sospecha del Gobierno húngaro no debe generar alarma, pero, sin embargo, debe servirnos para reflexionar sobre una situación que siempre es posible y ante la que solo podemos estar lo mejor


preparados posible. Es probable que estos casos de fiebre aftosa tengan relación con algún tipo de contacto con reservorios silvestres o de otro tipo que pueda explicar lo sucedido, pero


debemos esperar a tener más información. No olvidemos que, cuando de forma natural se presenta una nueva enfermedad en una zona, una enfermedad emergente, lo único que diferencia este suceso


de un acto de bioterrorismo es fundamentalmente la intencionalidad. Solo eso. Afortunadamente, atrás quedan ya décadas de desarrollo armamentístico biológico iniciado con la Primera Guerra


Mundial y que tuvo su momento álgido a lo largo del siglo pasado, con los programas desarrollados por países como Estados Unidos y, principalmente, la Unión Soviética. Tal y como está el


panorama actual, no necesitamos incorporar más fichas al tablero de ajedrez. Esperemos que los brotes de fiebre aftosa se resuelvan satisfactoriamente y que a nadie se le haya ocurrido


reverdecer estos viejos fantasmas, más propios de la guerra fría.