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Domingo, 13 de abril 2025, 07:39 De niña llegaba hasta la raya azul del Mar Menor, esa histórica frontera hoy desaparecida que dividía lo conocido de lo desconocido. Allí jugaba con los
caballitos de mar, que se agarraban a sus dedos mientras ella los observaba con sus gafas de buceo. La laguna desde Los Urrutias, desde la casa histórica de su bisuabuelo, era muy diferente
en aquellos veranos de su infancia donde costaba sacarla del agua. Hoy es lodos y algas, y Cristina Soler, del murciano barrio del Carmen, dice que ya «no es el mismo mar». Esta
investigadora licenciada en Ciencias Biológicas con especialidad en bioquímica tiene ahora la tarea de cuidar al mar de su infancia desde el nuevo Comité Científico de la laguna, que se
pondrá en marcha el próximo martes 15 de abril, y donde buscará colaboraciones con sus nuevos compañeros para continuar revalorizando todo lo malo que expulsa un agua cargada de nutrientes.
La relación científica de esta experta en cultivo de hongos comestibles con el Mar Menor comenzó una tarde de cervezas con su tío en Los Urrutias. Él miró el mar 'comido' por las
algas y le preguntó: «Tú que eres científica, ¿no puedes hacer algo para solucionar esto?». A partir de ese momento, Cristina Soler comenzó una línea de investigación que ha logrado
revalorizar la biomasa de la laguna como sustrato para cultivo de setas, estimulante de plantas o como materia prima para la industria del biometano. «Fue de los mejores resultados
científicos que he tenido». La experta murciana, profesora en la Universidad Autónoma de Madrid desde hace más de 20 años, ha montado la startup Algarikon Mar Menor S. L. para explotar a
nivel comercial los resultados del proyecto. «Diseñamos un sustrato donde podíamos cultivar setas (concretamente, el champiñón), que crecían estupendamente. No solamente crecían, sino que
producía más setas que el sustrato que están utilizando a día de hoy los agricultores. Fue un bombazo», explica. La idea ahora es consolidar el círculo de revalorización de las algas del Mar
Menor. «Estamos en conversaciones con empresas del sector para ver si nos ayudan económicamente; hay varias empresas que no están muy interesadas en el circuito entero, sino en cada uno de
los productos que se pueden sacar». Cristina llega con ganas al Comité Científico, para el cual ya tiene ideas que le gustaría tratar con el resto de investigadores, algunos de los cuales
fueron compañeros suyos en la Universidad de Murcia cuando comenzó a estudiar la licenciatura y antes de acabarla en Valencia. «Estamos viendo si en ese proceso de biodigestión con los lodos
del Mar Menor pudiéramos también, aparte de las algas, meter medusas que llegan a la orilla cuando mueren». Confía en el lado científico del nuevo órgano consultivo, porque sabe que sus
compañeros pondrán encima de la mesa todos los conocimientos y experiencias que atesoran. Sin embargo, «a nivel político, ya veremos...». Reporta un error Límite de sesiones alcanzadas El
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