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Sábado, 3 de abril 2021 | Actualizado 05/04/2021 23:43h. Comenta Compartir El Valencia Basket buscará entre el 9 y el 11 de abril el primer título en categoría femenina de su historia en la
Final Four de la Eurocup Women que se disputará en la localidad húngara de Szekszard. La única vez que un equipo valenciano disputó la semifinal de esa competición, entonces bajo el nombre
de Copa Ronchetti, fue en 1991. El entonces Dorna Godella de Miki Vukovic no pudo superar al Como, al ganar en el partido de ida en la Fonteta 70-57 pero perder 73-56 en la vuelta disputada
en la localidad del norte de Italia. El maestro falleció el pasado 15 de enero pero su legado siempre permanecerá en sus hijos (Dejan e Igor), su querida esposa Gordana y sus nietas Nina y
Lula. «Todo venía de 1989 porque Aldo Corno era el entrenador del Vicenza, al que el Tuzla le gana la final de la Copa de Europa por 74-70 en Florencia y de ahí viene todo el pique de los
equipos italianos con Miki. Duró hasta mediados de los noventa donde todos los partidos contra equipos italianos eran especiales», recuerda de forma nítida Dejan, el hijo mayor del maestro a
sus 44 años: «De ese partido en Como de la semifinal de la Ronchetti con el Dorna en el 91 siempre nos habló de que tuvieron una encerrona. Lo tenía todo controlado. En ocasiones decía en
casa antes de los partidos, nos pita este árbitro o vamos a este ambiente de pabellón y sé lo que va a pasar. Tenemos que estar preparados para hacer esta cosa o aquella. Cuando decía que un
partido era imposible de ganar lo acertaba». El hijo mayor de Miki Vukovic, que en la actualidad es entrenador en el Club Español de Tenis, tiene claro que el legado de su padre permanecerá
para siempre en Godella y lo simboliza en una bonita acción que nació de la denuncia del estado de abandono de los trofeos ganados por el Dorna, relatada en este periódico, y que terminó
con su restauración: «Gracias al interés de Anna Montañana y después al mostrado por LAS PROVINCIAS y el joyero Argimiro Aguilar, las copas del Dorna lucen en la entrada del pabellón de
Godella. Ese es un legado que va a acompañar siempre al nombre y al recuerdo de Miki Vukovic. Los niños cuando entran al pabellón por primera vez preguntan a su padre o su madre y les
explican la historia». Miki Vukovic siempre contaba a sus amigos, que eran legión, una de las grandes espinas que le quedaron como entrenador y que recuerda Dejan: «La que siempre contaba
que le faltaba era la Copa de Europa que se perdió en 1995 contra el Como en Cantú, que fue un atraco a mano armada. Si la gente puede encontrar vídeos lo puede comprobar. Estaba presente en
el pabellón pero al final lo que cuentan son los títulos». Ganar una Euroliga con el Valencia Basket fue la otra: «Su sueño siempre fue ganar la Euroliga con el Pamesa. Nunca lo sabremos
pero siempre he pensado que al menos el equipo hubiera llegado a una Final Four. Todos sabemos que esos eran sus momentos. Es ahí donde se le veía en su máxima expresión, los partidos donde
no sólo se juega a baloncesto sino con la cabeza». Pero si algo recuerda Dejan de su padre, después de reconocer que hay días que aún coge el teléfono para marcar su número y en ese momento
recuerda que ya no está, es su generosidad: «Él, cuando alguno de los exjugadores o de la gente a la que había tratado, ya fueran periodistas, ayudantes o cualquier persona de los clubes,
triunfaba en su profesión era el más feliz del mundo ese día. Me preguntaba por todos y se ponía muy contento cuando sabía que a la gente que quería le iba bien en la vida. No dejó de
preocuparse nunca por los demás. Aplicaré en mi vida todas las cosas que me enseñó. Ese legado ahí estará para siempre». Su hermano Igor, dos años menor y que reparte su vida laboral entre
sus clases como profesor de inglés y su vocación como entrenador de baloncesto en la Liga EBA, asiente: «Desde pequeños nos inculcó siempre ser muy generosos y aunque sabíamos que nuestro
padre era una persona muy querida, las muestras de cariño abrumadoras tras su fallecimiento demuestran que era una persona muy generosa y por eso le quería todo el mundo que había tenido
trato con él. Ayudaba siempre a la gente. Nos enseñó a ser humildes y eso nos acompañará toda la vida». El hijo menor, desde la perspectiva de tener 42 años, también evoca el convencimiento
de su padre de haber podido conseguir lo máximo con el entonces Pamesa si no hubiera salido de la Fonteta tras finalizar la temporada 1999-2000: «Es verdad que estaba convencido de que lo
hubiera conseguido como antes lo había logrado con el Dorna. A él le encantaban esos partidos decisivos. Lo que más le gustaba era conseguir las cosas con esfuerzo, constancia y disciplina
de trabajo. Por eso estaba convencido que siguiendo ese mismo modelo, ese camino que le había funcionado en el baloncesto femenino, lo hubiera acabado por conseguir con el masculino». Igor
evoca la figura de su padre, el maestro Vukovic, retratando un cuadro costumbrista. Un óleo de otro tiempo, de cuando el deporte era mucho más que un deporte. De cuando era un estilo de
vida: «Cuando mi padre venía de perder un partido, en casa no se podía hablar durante tres días. Silencio absoluto hasta en las comidas porque sabíamos que él estaba en sus días de
reflexión. Al final era una reflexión de todos postpartido, buscando los fallos para corregirlos en el siguiente». Ahora, la vida tiene estos giros maravillosos, un discípulo declarado de
Miki Vukovic como es Rubén Burgos puede cerrar en Hungría el círculo de la Ronchetti. Comenta Reporta un error