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No podemos hablar de satisfacción completa porque, a falta de lo que ocurra en esta jornada, que hoy tiene tres protagonistas en la calle: Facundillos, ... Resurrección y Resucitado, se nos
quedan en el corazón las ausencias de las hermandades que no han podido realizar su estación de Penitencia. Pero el resto nos han dejado sentimientos y recuerdos para guardar en la retina.
Los vividos en las calles y en los templos, donde saludé a una queridísima amiga, Fina Reyes, rodeada de parte de su familia, viendo salir a sus queridos titulares escolapios: el Cristo de
la Expiración y la Virgen del Mayor Dolor que, en el veinticinco aniversario de su visita a Roma, tuvo una invitada especial. Me lo apuntaba uno de sus costaleros, Paco García Montero,
señalando a una joven pelirroja –que hizo la primera llamá en el interior de la iglesia–. Su nombre es Guadalupe Álvarez-Duarte, hija del escultor que tallara la imagen, el recordado Luis
Álvarez Duarte. «Yo era muy joven cuando se realizó la procesión al Vaticano, pero mi padre siempre me contó que fue algo muy especial para él». Muy cerquita estaba otra persona muy
involucrada en la hermandad escolapia, Concepción López Manrique que, a sus 89 años, recordaba conmigo –muchas experiencias compartidas– cómo ha colaborado, incluso con la máquina de coser,
en toda la evolución de una cofradía que vivió –ya lo saben– el trago de ver cómo habían robado algunas de las joyas de su querida titular mariana. De forma especial lo vivieron en la
familia Cuerva. Saludé a los hermanos Ignacio y Gerardo –y a su mujer, Rebeca Riquelme– y a su madre, Josefina Valdivia, entre otros componentes. Me contaban cómo una de las piezas
desaparecidas, que habían donado, tenía un valor sentimental muy grande. Ojalá aparezcan y las vuelva a lucir la Reina de Roma, como la llaman. Es curioso, hablando de familias, cómo las voy
viendo crecer. Y es que son ya veintidós años –pandemia aparte– haciendo esta mirilla cofrade. Por ejemplo, releo algunas de ellas y me encuentro en 2005 una referencia a «nuevos nombres»,
como el de Emilio Berenguer, que es como se llama el actual responsable de Horarios e Itinerarios de la Federación de Hermandades y Cofradías, al que agradecí su amabilidad en tantas horas
de trabajo –aunque sea con gusto– compartidas en la plaza de las Pasiegas. Menos horas, pero muy intensas, también, en el Campo del Príncipe donde volvimos a vivir el rezo de las tres de la
tarde, en un Viernes Santo que se completó con las hermandades de los Ferroviarios, Favores, Santo Entierro y la Soledad de San Jerónimo. Y júbilo en la iglesia de Santa María de la
Alhambra, viendo salir el cortejo en su recorrido tan especial, y viendo a la imagen rodeada de muchas caras conocidas, incluido el director del Patronato, Rodrigo Ruiz-Jiménez, que disfrutó
en su primera experiencia en el interior de la Puerta de la Justicia; y también la secretaria general, María Belén Jiménez, y la responsable de Seguridad, Pilar Guerrero. Genial la salida
del cortejo y bullicio espectacular en cada uno de los rincones por los que pasaba la hermandad del Sábado Santo. Como en días anteriores.