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Se llama Abraham Fernández. Le conocí el Domingo de Ramos y noté ese gusanillo que se siente y no se puede ocultar. Es joven, muy ... joven, y con las ideas claras. De hecho, le gusta esto
de comunicar la información cofrade, y, por supuesto, yo le he animado. Además de disfrutar en los cortejos –lástima que sus ganas de ver al Despojado no se pudiera hacer realidad en el
primer día de nuestra Semana Santa, como ya conocen–, lo hace desde dentro. Concretamente en la banda de los Dolores –que dirige magistralmente mi buen amigo, Antonio Linares–, que acompaña
a la titular del mismo nombre y que baja desde la iglesia de San Pedro. Le acompaña con su tambor, aunque ya está haciendo un 'mocho', con su propio esfuerzo, para comprarse una
trompeta y cambiar de instrumento, que no de grupo. Le veía la cara junto a su buena amiga Irene Mateo, sin perder la sonrisa, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que volvemos a
encontrarnos en estos días. Como me encontré con José Luis Ramírez y con el padre Alejandro Anguis, que es el párroco de la iglesia de Santa Josefina de Bakhita, en Motril, muy cerquita de
Villa Astrida. También saludé a cofrades de toda la vida –al margen de su edad, porque nacieron ya con la medalla puesta, cada cual en su hermandad–, como Fernando García –también vi a su
hijo Jorge–, Kiko Mora, o –él no me vio– a Luis Oriol, miembro de una de esas sagas que nos engrandecen, con el venerado Rescate. Y también cuentan los «novatos», ilusión que ayer esperaba
Miguel Díaz, que se ha hecho hermano del Huerto, con el impulso muy especial de un 'amarguro' por excelencia, Enrique Osuna. Besicos por cierto para el hermano mayor, Mariano
Sánchez. A Miguel le acompañaron sus padres, Valeriano Díaz –máximo responsable de Alsa en nuestra zona, y algunas más– y Marta, y también su hermano José Luis y otros amigos. Bien
acompañado también estuvo Mario Bermúdez, rodeado de zaidineros esperando la salida de la Luz y el Trabajo, esa cofradía que, no se pierdan el dato, solo en este año, ha visto cómo 226
nuevos hermanos se incorporaban al colectivo, ahora con la vista puesta en el hoy, pero también en esa coronación canónica del año 28. Hubo devoción por todos los rincones, como en la calle
San Antón, venerando al Cristo de San Agustín y a su Madre, Consolación, de una forma totalmente distinta a la de la iglesia del Corpus Christi. Hubo algarabía en esta y recogimiento en el
monasterio del Santo Ángel Custodio. Igual de serias en su compromiso, pero radicalmente distintas en su forma de presentarse en la calle, en esa liturgia que cada cofradía mantiene como
sello. Esa riqueza que tenemos permite que cada cual encuentre lo que busca, y lo disfrute, a su modo y manera, que para todos hay Semana Santa en Granada.