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La Semana Santa de Granada hace cien años se estaba modernizando. Nacía la sociedad de masas, y surgían asociaciones de ciudadanos con participación activa en ... los actos religiosos. La
primera cofradía se creó en 1917 –Real Cofradía del Santo Vía Crucis– y en 1925 ya había varias. Venían promovidas por las capas medias y altas de la sociedad. Se encargaban ya de las
procesiones, cuyo número y prestancia aumentaba. La mayor presencia de grupos laicos no le quitaba protagonismo a la iglesia. El Domingo de Ramos arrancó con los 'solemnes actos'
en los que el arzobispo de Granada, Vicente Casanova Marzol, fue nombrado cardenal. Asistieron todas las autoridades locales, varios obispos, la catedral estuvo llena y «un público
numerosísimo llenaba las plazas del Palacio Arzobispal y la de las Pasiegas». La religiosidad de la Semana Santa se concentraba en el Jueves y Viernes Santo, con una intensidad que resulta
difícil evocar un siglo después. «Cambian los modos de la ciudad y flota en el ambiente una interrogación solemne y misteriosa». Todo el ambiente urbano se sentía afectado, se prohibía el
tráfico de coches, carruajes y velocípedos. Los actos religiosos llenaban aquellas jornadas. Por la mañana se celebraban los Divinos Oficios en las distintas iglesias y por la tarde se
pronunciaban los sermones de pasión, cuyos oradores eran anunciados. El canto del Miserere de Palacio venía a ser el colofón vespertino. Y, por supuesto, estaban ya las procesiones. El
miércoles «la solemne procesión del Vía-Crucis recorre por vez primera el centro de la ciudad». En realidad, fueron dos procesiones que confluyeron frente al instituto. Comenzó a las nueve y
media de la noche y terminó a las doce. La del jueves salía a las doce desde la parroquia de San Pedro. Duró hasta la madrugada. «El acto ha resultado severo, majestuoso». Un acto central
de la Semana Santa granadina de 1925 fue la comida que se ofrecía 'a los pobres' en el teatro Cervantes. Había 25 mesas, todas servidas por dos mujeres de la alta sociedad. Cada
mesa tenía trece cubiertos, en total 185 pobres, que tenían que apuntarse. Podía asistir el público a presenciar tan edificante espectáculo, pero la escena transmite cierto aire rancio. La
'Granada religiosa' quedó satisfecha del desarrollo de la Semana Santa, las calles estuvieron concurridísimas para las procesiones, pero había una queja: «con el establecimiento de
cofradías 'sueltas' se resta evidentemente a la del Santo Entierro el esplendor que por el número de pasos alcanzaba los años anteriores». Se proponía coordinar mejor «las
procesiones parciales que ya están organizando sus respectivas cofradías». Eran los inconvenientes de la religiosidad convertida en actos de masas. El alcalde prohibía expresamente que se
disparasen armas de fuego cuando el toque de Gloria. Debía de ser costumbre muy arraigada, contra la que no pudo el bando municipal, pues alguno resultó herido por «la bárbara costumbre de
disparar pistolas y revólveres para tocar a gloria». «Además, 'la chiquillería' arrastró latas y cadenas, dándolas al sufrido vecindario».