
- Select a language for the TTS:
- Spanish Female
- Spanish Male
- Spanish Latin American Female
- Spanish Latin American Male
- Language selected: (auto detect) - ES
Play all audios:
Durante el último mes y pico esta columna ha tenido un cariz prácticamente monotemático. Soy consciente de ello. Y me temo que así seguirá siendo ... mientras mi ciudad –que bien saben es
Cazorla–, carezca de atención primaria en su casco urbano, es decir, al alcance de todo el mundo, independientemente de su edad, sus capacidades motrices o su estatus económico. Como ocurre
en cada una de las localidades que la rodean. O, por mejor decir, como AÚN ocurre en la inmensa mayoría de los municipios de Jaén y Andalucía. Porque a la vista está que los planes del
Gobierno autonómico se resumen en que, a medio plazo, Cazorla no sea una excepción sino la regla. Endiablada dinámica que, también hay que recordar, partió del último ejecutivo socialista de
Susana Díaz y sus nocivos pactos con el extinto partido C's; estratégicamente aprovechada por Moreno Bonilla para llevar a cabo los planes que son de suyos por naturaleza. Sepultureros
todos al alimón de las cargas impositivas a las grandes fortunas, despreciando así el mejor modo al alcance de cualquier gobierno para mantener unos servicios públicos robustos y, sobre
todo, financiados de forma equitativa. Con todo, estos depauperados servicios públicos han contribuido de un modo decisivo a iluminar todo un día de oscuridad. Provocada por el inopinado
apagón que sufrimos a comienzos de semana y del que tantas imbecilidades hemos leído y escuchado a lo largo de los últimos días. La mayoría, proferidas y escritas por perfectos ignorantes de
los complejísimos procesos eléctricos y electrónicos que dieron lugar a lo que se ha dado en llamar como 'blackout' –aunque no se lo crean, palabra inglesa que significa
'apagón' en castellano–. Del que no conoceremos sus verdaderas causas hasta pasadas varias semanas o meses. Ya lo han advertido por activa y por pasiva –a quienes los han querido
escuchar y a riesgo de ser catalogados como cenizos– ingenieros de gran prestigio. Tan solo el eminente cerebro del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, con su inefable
clarividencia, puede ser capaz de discernir este entuerto mañana mismo. ¿Qué apuestan? Pero volviendo al titular de esta pieza, a pesar de todo, han sido los servicios públicos y, como no,
la naturaleza lúdica y desenfadada de esta tierra, las únicas luces de esa noche de 24 horas. Como ya ocurriera en la crisis de la covid-19, la sanidad pública respondió incluso más allá de
sus posibilidades para atender a quienes más la necesitaron, sobre todo personas mayores con problemas respiratorios y pacientes con patologías cuyo tratamiento depende de algún dispositivo
electrónico. También, servidores públicos como bomberos y agentes de protección civil y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, actuaron diligentemente para sacar a la gente atrapada en
trenes o ascensores parados en mitad del trayecto, ofrecieron cama o alimento y ayudaron en la resolución ordenada de las múltiples contingencias provocadas por el apagón. Y, desde los
medios de comunicación públicos –Radio Nacional de España y Canal Sur por estos lares–, pudimos tener noticias sobre lo que acontecía, información casi tan necesaria casi como la comida o la
bebida en momentos de incertidumbre. Entretanto, y pese a los agoreros habituales que predijeron horas de robo y vandalismo, la gente actuó de un modo ejemplar. De tal modo, que en Europa
ha sido destacado el comportamiento cívico de la ciudadanía española, ofreciendo muchísimos ejemplos de solidaridad y buen rollo. Con los y las más jóvenes conversando y jugando en la calle
como hacía tiempo que no se veía, sin las puñeteras pantallitas de por medio. Pero no puedo acabar este artículo de este modo. No debo. Porque lo que la vida nos está dando son advertencias
de que no podemos seguir por este camino, escogido por algunos de aquellos a quienes hemos elegido para que nos representen en las instituciones. Debemos de mirar mucho más por lo que es de
todos y todas, por lo que a todos y todas nos afecta de un modo decisivo. Y regreso a Cazorla para ejemplificar esto que digo. Ya saben que, durante el apagón, dejaron de funcionar las
telecomunicaciones, y los portones eléctricos de los garajes impidieron que pudiéramos sacar nuestros coches. Pues bien, en semejante tesitura la madre de un amigo quedó sin el soporte vital
de oxígeno durante la madrugada, y este no tuvo más remedio que lanzarse a la carretera a pie en dos ocasiones, recorriendo los 2,5 kilómetros que le separaban del hospital comarcal -donde
se presta ahora la atención primaria- para solicitar una ambulancia. ¿Hay derecho a ello?