La juventud no merece tanto desprecio | ideal

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Ni Sócrates ni Platón, en verdad, dijeron nunca nada sobre el supuesto mal vivir de los y las jóvenes de su época. Todas las frases ... que se les atribuyen sobre el tema y que circulan por


Internet o que han sido publicadas en algunos periódicos de renombre, son falsas. Inventadas, según se ha podido verificar, por un avispado estudiante inglés de comienzos del pasado siglo.


Con lo que esa presunta simetría vital de las nuevas generaciones de nuestro tiempo y de aquellas que convivieron con los grandes filósofos de la Grecia clásica, nunca ha sido descrita negro


sobre blanco. Una prueba más de que, aunque vivamos en un mundo dominado por las noticias falsas, ni mucho menos las hemos inventado nosotros. Por tanto, no es posible asegurar que los más


viejos del lugar hayan dicho siempre que todos los jóvenes son unos pasotas o unos descerebrados, ni los más jóvenes pueden quejarse de que los mayores siempre les vimos –o nos vieron– con


los mismos ojos. Por más que nos empeñemos en remarcarla, la generalización en este tema es manifiestamente injusta. Pero hay quien se empeña en observar a la juventud en general, es decir,


a los ciudadanos y a las ciudadanas de entre 18 y 34 años como un grupo poblacional preñado de imbecilidad y haraganería. Unos, porque piensan que, siendo como es este un caladero de voto de


la extrema derecha, son irrecuperables para la democracia y deben ser apartados y apartadas de los centros de decisión; y otros, porque, creyéndolos ganados para la causa sin más


razonamiento que su justificado enfado con el 'sistema', desprecian su inteligencia un día sí y otro también. Craso error desde ambos polos. Porque esos alrededor de 9 millones de


españoles y españolas cuyo juicio es analizado con tanto desprecio, a los que se trata como machistas, racistas, xenófobos y homófobos, conforman también las generaciones más feministas,


multirraciales, multiculturales, multilingüísticas y sexualmente diversas de la historia de este país y de esta parte privilegiada del mundo, además de las más formadas académicamente


hablando. Pero claro, puestos generalizar, el ser humano es muy dado a despreciar todo aquello que ignora. Y desde nuestra atalaya de bienestar y sabiduría, los y las que contamos 40 o más


años desconocemos o subestimamos las necesidades y los anhelos de esa juventud a la que maltratamos casi tanto como a nuestros ancianos y ancianas –subrayo ese casi–. Fíjense en aquella


campaña que lanzó el Partido Popular hace un par de meses usando la inteligencia artificial (IA) para acentuar los presuntos casos de corrupción que rodean al Gobierno de Pedro Sánchez.


Hasta el Ejecutivo de República Dominicana expresó una queja formal ante semejante despropósito del partido de Núñez Feijóo. Acuérdense que, aprovechando el final del reality televisivo


'La isla de las Tentaciones', lanzó en redes sociales una nueva campaña contra el PSOE, difundiendo un vídeo creado con IA en la que convertía el formato de Telecinco en 'La


Isla de las Corrupciones', para vincular a Pedro Sánchez y a miembros de su entorno con casos de presunta corrupción. Al modo burdo y mendaz que usa habitualmente la ultraderecha patria


o la que representa el actual presidente de EE.UU., que por desgracia cala en esa porción de la juventud más desencantada con la política. Y hay que entenderla, no despreciarla per se.


Porque sin lugar a dudas son las principales víctimas de la precariedad, tanto salarial como habitacional. Fíjense que, aunque el salario medio creció un 4,1% en el 2023 en España hasta los


28.049,94 euros brutos anuales –según los datos revelados este miércoles por el INE–, que constituye la mayor cifra de la serie histórica, el salario medio bruto de los menores de 25 años


fue de 1.387,4 euros, siendo el de los asalariados de 45 a 54 años de 2.522,2 euros. Pensando que este segundo segmento de población ya dispone, en general, de una vivienda y que el primero


pretende inaugurar su independencia, hay que preguntarse cómo podrá hacerlo en las circunstancias actuales. La respuesta comienza por entender el problema y a quienes lo padecen, poniéndose


en su lugar. Aceptando la crítica que nos hacen a las generaciones boomers y millennials como justas en su mayoría. Para ello, los que pertenecemos a estas debemos descender desde nuestra


atalaya hasta ese concreto punto de encuentro. Y es ahí donde quizás tengamos una oportunidad para que nuestra juventud en su conjunto se adhiera en su mayoría a los valores democráticos y


aborrezca la verdadera naturaleza de la ultraderecha.