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Tómense esta columna con todas las reservas. La escribo con ojeras, sueño y cansancio vital y existencial. La redacto cansado, muy cansado. Las tres últimas ... noches, el banco de delante
de mi casa ha sido okupado y no pego ojo. Al banco de sentarse, me refiero. Porque bancos, de los otros, no hay ninguno a mi alrededor. Creo que no tengo ni una sola sucursal bancaria a
menos de un kilómetro de mi hogar, pero eso me da igual. El banco okupado es uno de los de sentarse. El típico del que dices «vaya dos patas pa'un banco». A ese, me refiero. Se trata de
un humilde banco del Zaidín en el que, apenas cae la noche, se instala un grupo de chaveas que, por alguna extraña razón, lo okupa hasta bien entrada la madrugada. Al principio, mientras
todavía hay claridad, me hace gracia. Hasta ilusión. «Qué maja, la chavalería, juntándose en la calle para hablar de sus cosas, tan agustico», pienso. Cuando ya empieza a ser de noche, la
cosa cambia. En casa, viendo una de las entregas de Alien, Terminator o Misión Imposible, tengo que subir el volumen hasta niveles indecorosos si quiero escuchar a Sigourney, Arnie o Tom.
Porque en el banco okupado, la conversación ha dado paso a la música. O algo parecido. La que hasta hace un momento me parecía gente maja se ha convertido en unos terroristas sónicos que me
amargan con sus 'temasos' y mierdas varias. Pero lo peor llega cuando, a eso de la medianoche, un viejuno como yo okupa su propia 'kama' solo para darse cuenta de que no
puede pegar ojo. Porque los okupas del 'banko' gritan, ríen y vociferan por encima de mis posibilidades. Al menos, por encima de mis posibilidades como ser humano normal, vulgar y
corriente que trata de leer antes de dormir. Les cuento todo esto porque, al ver la información sobre la casa okupa que ardió, y casi incendió la iglesia de Santa Ana, más que en los tesoros
artísticos que podrían haber ardido, yo pensaba en los vecinos. En la puta tortura que llevarían soportando meses y meses. Años y años. Hasta la fecha. Escribir sobre, contra el fenómeno de
la okupación, es de viejunos. De personas mayores aburridas, sosas y 'ñañañá'. Lo asumo. Pero es un tema al que nuestras autoridades, por incómodo que sea, deberían echarle una
pensada.