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Atención, pregunta: ¿cuánto piensa usted que cuesta la obra de ensanchamiento de algunos tramos de una carretera comarcal de nuestra provincia «para ampliar la plataforma ... y eliminar
riesgos de acceso al pueblo»? No cito qué pequeño pueblo es para que nadie piense que le tengo ojeriza. De hecho, lo he elegido al azar de la información de Laura Ubago en el IDEAL de ayer.
La respuesta: 1.100.000 euros. Insisto: me parece fetén que se arreglen los puntos negros de nuestras carreteras menos transitadas, que se minimicen riesgos y se favorezca el ancheamiento de
arcenes para el tránsito de peatones. Si hay que hacer una rotonda, se hace. O una glorieta. O mejorar un puente. Lo que sea. Es básico y fundamental. Tanto que el presidente de la
Diputación, Francis Rodríguez, se mostraba exultante al presentar un plan estratégico de carreteras que supone una inversión «histórica»: la nada desdeñable cantidad de 16 millones de euros.
Nada que objetar a este PEC, Plan Extraordinario de Carreteras: como de asfalto y hormigón no tengo ni pícara idea, entiendo que todos los cálculos estarán bien hechos. Y lo cierto es que
cada kilómetro de carretera cuesta un pico. Así debe ser. Después contrasto el volumen de estas cantidades con las dedicadas a otras disciplinas y me da vértigo, como si se abriera un
agujero en el asfalto de un puente colgante suspendido a gran altura. Pareciera que unas partidas presupuestarias jugaran en Champions League y otras, en regional preferente. La opinión
pública no cuestiona los importes que las administraciones se gastan en las diferentes infraestructuras de comunicación. Millones y millones de euros invertidos cada año en todo tipo de
vías, caminos, carreteras, rotondas, aparcamientos, etc. Se dan por supuestas. Sin embargo, el dinero que se dedica a otras disciplinas, mucho más exiguas, sí es bastante más cuestionado, de
deportes y cultura a servicios sociales; por ejemplo. Como si fueran lujos asiáticos. Ojalá una semana de éstas, aunque fuera con la excusa de la candidatura a la capitalidad de 2031, nos
desayunáramos con un PEC II: el Plan Especial de Cultura. Cultura en un sentido amplio e integrador que incluya el deporte, como estamos viendo con el Festival Play Granada de estos días. O
la gastronomía, que también es cultura. Y la naturaleza, el agua, la ciencia y la tecnología. Una cultura accesible y descentralizada que vertebre toda la provincia. Como las carreteras.