Pero somos Europa | Ideal

feature-image

Play all audios:

Loading...

Lo habitual era cruzar la noche de abril a mayo oyendo a la tuna cantar 'Cielo andaluz, el de las Cruces de Mayo'. El azahar ... y los jazmines perfumaban el relente madrugador que


subía desde la Vega. En casas y patios se oreaban los mantones de Manila y se iban preparando los búcaros con claveles, los peroles, las macetas de geranios y los lebrillos para montar la


Cruz con su pero y sus tijeras. Porque mayo ponía las flores, la tradición fijaba la fiesta y el vecindario asumía que había llegado la hora de divertirse. Para los estudiantes era la


penúltima evasión, antes de iniciar la tradicional e intensa temporada de madrugones para recuperar el tiempo perdido, de cara a los exámenes finales. Lo suyo era todo eso, como también lo


era que este mes fuera el de las primeras comuniones, que llenaban de lágrimas dulces las mejillas de las abuelas y manchaban de chocolate el vestido blanco de las niñas o el traje de


marinero de los chicos. Aunque la celebración de las primeras comuniones se mantiene –algunas con la categoría de laicas–, el desayuno con chocolate se ha sustituido por fiestas y banquetes


que nada tienen que envidiar a las Saturnales romanas. También era éste el mes en que don Celso, el maestro, comenzaba la clase recitando la Oda al Dos de Mayo del poeta jienense Bernardo


López García. Qué lejos quedaba la Guerra de la Independencia y qué lejanos aquellos días en que podíamos presumir de que Napoleón, «no llegó a percibir, / ebrio de orgullo y poder, / que no


puede esclavo ser, / pueblo que sabe morir». La conmemoración de la gesta contra el invasor ha quedado reducida a la Comunidad de Madrid por los caprichos pos-constitucionales de los


estatutos de autonomía. Andando el tiempo y para contradecir al poeta, el 'valiente pueblo ibero' fue degenerando hasta dar sobradas e insensatas muestras de saber morir y matar en


guerras fratricidas. Pero, para su desgracia, no ha podido evitar ser esclavo. No hay más que echar la vista alrededor para toparse con esas mesnadas de dóciles bueyes que tiran del carro


en el que monta quien los subyuga. O con quienes cavan fosos y levantan muros para apartar con descalificaciones burdas a quienes aún tienen, o tenemos, la osadía de disentir. Son escribas


sumisos que, para mantener alguna extraña bicoca, difunden los lemas del día recibidos por las redes oficiosas u oficiales. No sé qué comen ni dónde pastan. No es probable que todos ellos


hayan pasado por la taberna Garibaldi, lo que podría servir como explicación para su extraño proceder. La causa de su conducta se me escapa. No le encuentro un sentido racional a la absoluta


falta de criterio que dejan traslucir en sus mensajes. Como ejemplo de tan demencial deriva puede valer la absurda guerra que mantienen con un difunto de hace medio siglo. Salgamos de este


peligroso carril donde sólo se oyen aquiescentes balidos. Estamos en que ha llegado mayo. Un mes que revienta con la primavera en todo su esplendor. «Cuando los trigos encañan / y están los


campos en flor, /cuando canta la calandria / y responde el ruiseñor, / cuando los enamorados / van a servir al amor». Es el mes de las flores y también de los capullos. En este último bloque


entran quienes nos prepararon, como entremés, el gran apagón del lunes. Nadie quiere cargar con el muerto. Ha sido un espantoso ridículo de país a medio cocer. De todo lo que nos han dicho


sólo tengo claro que hay una señora que cobra más de medio millón de euros por presidir una empresa y no aparecer cuando surge un problema. Bueno, también sé que el jueves todavía había


pueblos de Almería sin luz. Pero somos Europa. Al menos, eso dicen.