Un intruso en la sala zaida | ideal

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En ninguna de las 1332 páginas que suman los dos tomos de la e'xhaustiva biografía de Federico García Lorca que Ian Gibson publicó en ... 1987 en la editorial Grijalbo, incluidos sus


respectivos índices onomásticos, aparece el nombre de Enrique Ochoa, y por mucho que he rebuscado en Internet, no he hallado la más mínima referencia a su presunta relación personal –ya


fuese circunstancial o a través de terceros– con el poeta de Fuente Vaqueros. No hay constancia alguna, por tanto, de que ambos hubieran llegado a conocerse. Tampoco de que tan siquiera


coincidieran públicamente nunca en cualquier lugar o circunstancia. La exposición titulada 'Ochoa+Lorca. Plástica musical' habrá que entenderla, pues, como un intento de


'blanquear' la memoria histórica del pintor de El Puerto de Santa María ante quienes hayan podido acceder al recorte de un diario de la antigua Prensa del Movimiento llegado hasta


nosotros que da cuenta de la inauguración, en fecha no determinada, de una exposición suya en la ciudad italiana de Milán entre cuyas obras figuraban «un retrato del Generalísimo Franco y


varios lienzos con paisajes de la España militarizada, destacando entre éstos uno del Santuario de la Virgen de la Cabeza y otro de Palma de Mallorca». Según informa la noticia reproducida


en dicho recorte, los falangistas residentes en la capital de la Lombardía italiana llegaron a montar «una guardia ante los cuadros de la Virgen de la Cabeza y del Generalísimo, así como del


envío de sendos telegramas al Duce, al embajador de España y al propio Franco con motivo de la inauguración de la muestra. No hay que ser un lince para percatarse de que, por mucho que la


muestra que ahora se exhibe en la sala Zaida haya sido expuesta antes en la capital norteamericana de los rascacielos –de la mano, al parecer, del mismísimo Instituto Cervantes–, lejos de


suponer por ello un reencuentro de la obra de Enrique Ochoa con la memoria del autor de 'Poeta en Nueva York', ni de poner por ello de manifiesto «la relación entre la pintura de


Ochoa, la poesía lorquiana y la música», como pretenden sus organizadores, a los defensores de la Memoria Histórica nos ha servido para descubrir que Ochoa fue un pintor apegado y protegido


por el régimen franquista, por lo que para justificar la presencia de su obra en la sala granadina de Puerta Real solo había que apelar a la calidad de su pintura y no a una falsa e


inexistente relación personal del artista con Federico García Lorca.