Corazónde apagón | Ideal

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La oNingún científico ha podido calcular con exactitud la velocidad de la subida de la luz, pero se sabe que la velocidad de la luz ... a secas es de aproximadamente 300.000 kilómetros por


segundo. El ser humano, condenado a ser lento, sólo alcanza esa rapidez en el desplazamiento cuando trata de huir de los problemas. Resumiendo: exceptuando la mano rápida de El Dioni,


cualquier objeto normal está condenado a moverse siempre a velocidades inferiores a las de la luz. La luz es casi tan rápida como el Gobierno desenfundando nuevas subidas en las tarifas


eléctricas como homenaje a aquella frase de Edison que decía: «Vamos a hacer la electricidad tan barata que sólo los ricos quemarán velas». No era mentira lo de combatir la pobreza


energética, era simplemente un brindis al sol. Pero sigamos desglosando las virtudes de la luz, que sabe adaptarse y dar forma a cosas tan sencillas como un enchufe, un secador o un


calambrazo. Su único anhelo es estar en todos los hogares de Granada, aguantando el olor a pies cuando le toca calentar el brasero en invierno y dispensando fresquito cuando llega el verano.


Es invisible pero tan necesaria como el aire, y tiene el don de no mostrarse con los aspavientos majestuosamente luminosos del astro rey o de algunos políticos patrios, que tienen menos


luces que el coche de Los Picapiedra pero piensan que son la luz de donde el sol la toma. Vanidad de vanidades, y todo es vanidad en la alta política española. La forma en que la política se


mueve a través del enchufe no tiene misterios. La energía del enchufismo es capaz de transformar en ministro a un simple militante sin más atributos que los de Don Ángel Siseñor, aquel


personaje del dibujante Vázquez que respondía «sí, señor» a todas las peticiones que recibía, incapaz de pronunciar otras palabras. Estos enchufes dejan de funcionar cuando se desconectan de


su fuente de alimentación: el poder. Dice el refrán popular que en cuanto alumbra el día, no hay nada sin bellaquería. La bellaquería de ese día consistió en un corte de luz que arruinó a


todos los negocios de hostelería que tenían sus frigoríficos llenos. El Covid y ahora el apagón… Granada parece maldecida por un gafe sotanillo, término que utiliza el escritor Alfonso Ussia


para describir al peor de los gafes posibles. Un apagón sotanillo de manual. Epílogo: La luz ni se crea, ni se destruye, sólo se convierte en oscuridad cuando la gestionan políticos que son


un cero energético. Un apagón es la oportunidad perfecta para acordarte de ellos. Te enciendes de tal manera que tienes autoabastecimiento para varios días.