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Tengo claro que yo no podría militar, y mucho menos ostentar cargo de representación, en ningún partido político. No porque niegue importancia a la labor ... de la política en la mejora de
la vida de todos los ciudadanos, sino por ese alienamiento que cae en cascada desde los máximos dirigentes hasta el último militante de base. Como definición parece claro que la política
está al servicio de los ciudadanos y que su objetivo es mejorar su vida merced a una labor de gobierno que una vez ostentarán unos y otra vez otros y ahí reside la importancia de la
democracia. Ahora bien, ni entiendo ni podría asumir nunca ese cerrar filas en torno a los líderes; ese carente espíritu de autocrítica cuando el que comete el error es tu partido, sea cual
sea. Porque claro, ese mismo error que aceptamos sin rechistar se convierte en un clamor popular cuando el que lo comete es el partido contrario. No comprendo ese agachar las orejas y
confiar en que pase pronto el chaparrón. No comparto esa claque que hay en los parlamentos de diputados o parlamentarios que aplauden sin cesar, seguramente, sin atender a lo que se está
diciendo porque basta con que quien lo diga lleve tu misma bandera. Y como no entiendo nada de eso, pues lo dicho que no podría militar en ningún partido y mucho menos tener un cargo de
representación porque me echarían bien pronto. Para mí es incomprensible que Carlos Mazón esté donde esté sin que abiertamente nadie de su partido le haya dicho todavía que se vaya. O que
hable y diga dónde estuvo la tarde del 29 de octubre. Pero que diga la verdad. Para mí es difícil entender que no solo no se le haya abierto la puerta y empujado fuera sino que como borregos
todos hayan aplaudido su pacto con Vox para sacar adelante los presupuestos y seguir gobernando una comunidad autónoma arrasada por la vergüenza hacia sus dirigentes. Pacto con Vox, ese
partido amigo de Trump que perdió la voz arrollado por los aranceles de su colega americano. No entiendo tampoco el seguidismo y silencio en el Partido Popular con un presidente, Alberto
Núñez Feijóo, que ya no sabe qué hacer para revertir el resultado de las urnas y que lleva dos años clamando por las esquinas que dimita el presidente o que alguien lo apoye en una moción de
censura. Pero mientras, sigue haciendo 'amigos' tras los esfuerzos desplegados entre los gobiernos afines de la Unión Europea para que las lenguas cooficiales de España, incluida
la suya, no fueran reconocidas en Bruselas. Y como políticamente está solo y no parece que nadie le vaya a secundar salvo los suyos convoca ahora una manifestación, agita las calles, para
pedir la dimisión del presidente con un desmedido desprecio a los millones que en julio de 2023 votaron al PSOE. Como tampoco entiendo esa falta de autocrítica entre los socialistas con todo
lo que tienen encima. Pedro Sánchez se tomó cinco días para analizar su futuro tras la persecución política, mediática y judicial a su mujer. Eso fue hace algo más de un año y no sé de qué
sirvió. Visto lo visto hoy no se tendría que tomar cinco días sino un año sabático para decidir qué hacer. Y todos lo arroparon y nadie le dijo que su obligación era aguantar o,
efectivamente, marcharse; aunque el golpe de efecto dio el resultado perseguido. Fue entonces cuando se empezó a hablar de la máquina del fango, pero está claro que el fango lo esparcen
quienes se aferran a la máquina del fango sin más argumentos para hacer frente a las críticas. No entiendo, y son solo unos pocos ejemplos, que Sánchez decidiese proclamar el reconocimiento
del Estado Palestino (del que estoy de acuerdo), sin pasar por el Congreso de los Diputados que es la base de nuestro sistema democrático. Como tampoco llego a comprender que de la noche a
la mañana España mostrase todo su apoyo al reino de Marruecos y abandonara a su suerte al pueblo saharaui al que tan unidos hemos estado en la historia reciente. Y no oí a ningún socialista
clamar contra esta decisión. Las tragaderas son cada vez mayores. Y ahora aparece una, dicen, militante que ofrece acuerdos con la Fiscalía a un empresario acusado de fraude de hidrocarburos
con el fin último de desprestigiar al jefe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. De Leire Díez dicen que es solo militante del PSOE, pero si es así yo me pregunto en calidad
de qué ofrecía esos acuerdos porque a título individual dudo mucho que tuviera potestad para hacerlo. Y todos callan, agachan las orejas y dan por bueno la apertura de un expediente
informativo, no un expediente disciplinario no, un expediente informativo que no sé qué va a informar. Y para colmo el que fuera presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel
Gallardo, deja el cargo y se va a la Asamblea de Extremadura pasando por encima de tres candidatos que iban antes que él en las últimas elecciones. Todo ello para conseguir un aforamiento
que le libre de la justicia ordinaria en el caso del hermano del presidente del Gobierno. Y lo hace con chulería y prepotencia y el resto del partido lo acepta, calla y se humilla ante todo
el país. No, no podría militar en ningún partido político. No estoy tan alienado.