Suceso en linares: ¿puede un padre de acogida tener 70 años de edad? | ideal

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La edad no es una característica que limite la posibilidad de acoger o adoptar. Así queda claro en los documentos de información y solicitud de ... la Consejería de Inclusión Social,


Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía. De hecho, el principal requisito es la disponibilidad de tiempo y el «compromiso» con los menores, tal como indican desde la Junta.


Aquellas personas que quieren ser familias de acogida tienen toda la información disponible a través del portal web de la Junta, en el que se indica que es suficiente con ser mayor de edad


para poder iniciar la solicitud. Después, cada caso se estudia individualmente, pues el objetivo es «buscar una familia a un menor, no al revés», destacan. El trágico suceso ocurrido en


Linares ha hecho que la sociedad se centre en el detalle de que el padre de acogida tiene 70 años de edad. Esto, según apuntan fuentes oficiales, no afecta en principio para ser una familia


de acogida. No habría un perfil concreto de este tipo de familias, «cualquiera puede serlo», al carecer de «requisitos concretos». Tan solo se busca «cubrir una serie de capacidades», con


ciertos «criterios recogidos a nivel normativo» para un acogimiento o una adopción. Se trata de capacidades afectivas, motivacionales y las habilidades de las que se dispone para hacer


frente a las necesidades de los menores. Hay que recordar que todos los niños y niñas están en un sistema que gestiona la Junta de Andalucía, así que las familias serán también andaluzas,


con movilidad entre provincias. No obstante, cada caso es analizado minuciosamente, teniendo en cuenta si favorece o no la cercanía de la familia biológica, si hay hermanos cerca o


similares. El foco de atención «siempre es el menor», afirman fuentes de la Inclusión de la Junta, órgano que se encarga de la protección de los menores que se encuentran dentro del sistema.


«Las familias tienen que adaptarse al perfil del menor, es lo que más cuenta». Así como en el caso de Linares, al ser un bebé de 20 meses, la relación previa con la familia no es tan


relevante, sí hace falta tener cierta conexión con el menor cuando tienen ya una edad mayor, como seis u ocho años. Ellos «comprenden» la situación, a veces acarrean una mochila pesada con


abusos o violencia en el hogar, casos que han forzado tener que incluirlos en el sistema de protección de menores, por lo que se busca una medida para darles una «vida normal», que sería a


través de una familia. Ahí entran las familias de acogida. Puede ser acogimiento temporal o permanente, según el caso, además están también los urgentes, que duran unos meses y son aquellos


de extrema necesidad, en los que el menor requiere de una atención muy concreta. Los pequeños con discapacidad o alguna enfermedad también requieren de esta protección extra y que se


controla con más exhaustividad durante los acogimientos. CONTROLES Y LLAMADAS Según explican desde la Junta, tras realizar la solicitud en la delegación pertinente de la provincia, se acude


a una charla informativa que suele durar unas dos horas en las que se explica el proceso y los distintos tipos de acogimientos o adopción. Si, después, la familia continúa adelante, se


procede a la solicitud, en la que se crea un archivo de los que quieren participar de la acogida. Habrá un curso, de obligada asistencia, en la que se explican las distintas situaciones a


las que pueden hacer frente, y lo siguiente es esperar a que aparezca el menor que encaje con esa familia. Desde ese instante hay un trabajo de control continuo, tal como apuntan desde


Inclusión. «Cuando llega el momento, se valora por un equipo especializado si los perfiles son viables y se realiza una fase de acoplamiento, que es muy importante, pues ahí se evalúa y se


ve la vinculación afectiva», detallas, algo que depende también de la edad del menor que va a ser acogido y que se hace «de manera paulatina». Mientras dura el acogimiento hay reuniones,


visitas, llamadas teléfonicas o mensajes, distintas formas de contactar con los equipos de psicólgos y servicios sociales que ayuden a una convivencia fructífera, que sirva a que el menor


«tenga un hogar de verdad» y donde «esté cómodo». «Hay muchos perfiles de menores que exigen necesidades muy específicas y lo que hacen las familias acogedoras no está pagado», dicen, y


añaden desde la Junta: «Es un apoyo afectivo y emocional básico para nuestros niños y hacen una labor de dar amor, es su función principal, que muchas veces es una de las mejores soluciones


para el niño».