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Tras la funesta última jornada del penúltimo descenso –justo un curso después de haberse paseado el Granada por Europa con orgullo–, con el fallo en ... el lanzamiento de penalti del honesto
Jorge Molina, la afición confió en una rápida vuelta a Primera que se produjo, pese a la mediocridad a domicilio, como líder de Segunda. La última temporada en la máxima categoría fue un
suplicio, llena de datos negativos hasta acabar colistas. La ineptitud en la planificación y gestión deportiva había sido evidente. En la renovación de abonos de este curso futbolístico, a
la hinchada volvió a poderle más el amor a sus colores que el recuerdo de la triste temporada pasada. Durante el verano, el discurso de los dirigentes fue de esfuerzo por mantener peones
básicos para buscar el regreso a Primera. La planificación de la plantilla y la temeraria elección en el banquillo del novato Guillermo Abascal demostraron pronto nuevos errores de bulto. El
experimento fallido con el sevillano trató de paliarse con la contratación de un técnico experimentado, con ascensos en su currículo, Fran Escribá, que si bien impuso orden en el caos que
encontró en sus primeros partidos pronto demostró carencias palpables para evolucionar al equipo hacia prestaciones suficientes para tener aspiraciones de ascenso. Ante el Málaga, la
actuación del equipo de Escribá en la primera parte fue inaceptable. Carente de actitud, el Granada fue sometido por unos locales que pusieron más intensidad y mejor colocación. La iniquidad
de todo el conjunto de Escribá hizo que algunos jugadores del Málaga parecieran rutilantes estrellas consolidadas en el fútbol, a pesar de su juventud. Larrubia volvió loco a todo el centro
del campo, una calamidad por parte de Sergio, Villar y, sobre todo, Hongla, apático y desconectado. Mariño evitó que el dominio malacitano se plasmara en un marcador más contundente. La
segunda parte, menos vergonzosa que la primera, fue de impotencia para generar auténtico peligro ante el marco rival, y vino a demostrar la falta de recambios en el banquillo con capacidad
de revulsivos. Alguien deberá algún día dar explicaciones sobre incorporaciones que no aportan nada, como la de Reinier desde el inicio de la temporada o la de Borja Bastón en invierno, al
mismo nivel de inutilidad ofensiva que Weissman y Stoichkov, todos ellos decisiones nefastas de la pseudodirección deportiva. El Granada lleva un recorrido bochornoso a domicilio en la
segunda vuelta, con actuaciones lamentables en Córdoba, Tenerife, Cádiz y Málaga, y muy flojas, pese a ganar, en Albacete y Cartagena. La afición, lo único salvable de la entidad, nuevamente
respondió de forma espléndida, y su equipo la llevó, otra vez, a la eterna decepción que parece que marcará el final rojiblanco en el presente campeonato.