El notario andrés tortosa recibe la medalla de honor de la academia de jurisprudencia y legislación | ideal

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No todos los días se entrega la primera medalla de una institución centenaria. La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada lo hizo, en ... su categoría de Honor, al


concedérsela a Andrés Tortosa Muñoz, una figura destacada en su profesión de notario. En la mesa presidencial se encontraban el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía,


Lorenzo del Río; la fiscal superior de Andalucía, Ana Tárrago; la decana del Colegio Notarial de Andalucía, Teresa Barea; el secretario de la Academia, José Calabrús; y su presidente, Rafael


López Cantal. Fue este último quien clausuró el acto explicando el sentido de esta medalla: «No sólo queríamos reconocerle los servicios que ha prestado a la Academia, su magisterio en la


función académica, sino que también queríamos establecer en su ejemplo el patrón mínimo para ser acreedor de otras medallas en el futuro». Durante su intervención, López Cantal repasó los


inicios de Tortosa en los Escolapios –«donde siempre figuraba en el cuadro de honor»– y su brillante carrera: notario desde 1969, ejerció en Lubrín, Guadix, Alhama, Vélez-Málaga, Málaga y


Granada. Fue decano del Colegio Notarial de Granada y, tras la fusión con Sevilla, primer notario honorario del Colegio Notarial de Andalucía, que también le otorgó su Medalla de Honor en


2019. Entre los asistentes al emotivo acto se encontraban el delegado de Justicia de la Junta de Andalucía, Luis Recuerda; el decano del Colegio de Abogados de Granada, Leandro Cabrera; el


decano de los jueces, Alberto del Águila; el teniente fiscal de la Fiscalía Superior de Andalucía, Rogelio Muñoz; y otros académicos como Miguel de Angulo, José María Rosales, Manuel


Caballero-Bonald, Rosario Jiménez Rubio, José Ángel García-Valdecasas o Asunción Torres. La decana Teresa Barea resumió bien el sentir general: «Andrés es un maestro. En sentido figurado… y


en sentido real». Y ese magisterio lo desplegó el homenajeado en su discurso de agradecimiento: unas palabras pausadas, meditadas, como escritas en la intimidad de su despacho, para dar fe


–me encanta esta afirmación– y que nos hicieron sentir a todos parte de ellas. Recordó a sus maestros, a sus compañeros, a su familia –citando con ternura a sus nietos Martina, Andresillo y


Martita– y reivindicó los valores del estudio, el trabajo y el compromiso público. De esa orgullosa familia pude saludar a su mujer, Teresa Crovetto, y a sus tres hijos, Teresa, Andrés y


Pablo, quien ha seguido los pasos de su padre y le dedicó unas emotivas palabras. Recordó su vida, su forma de ser y compartió algún que otro «secretillo», como su arma más potente: la


voluntad. También nos habló de cómo los motivaba para el estudio, repitiéndoles siempre que «no es una carga, sino un privilegio». Un lema vital que, a juzgar por la trayectoria de Tortosa,


nunca fue solo una frase. La sala, repleta, se deshizo en aplausos. Allí estaban también Fernando Mir, Antonio Mir, Juan Antonio López Frías, Matías de Santa Olalla, Manuel Ramírez... Fue


una ovación a toda una vida dedicada al Derecho, al servicio público y al saber. Un acto institucional convertido también en un acto de justicia. Es difícil resumir una vida —aun con mucho


que hacer— o detallar a todas las personas que quisieron acompañarle. Lo que sí es fácil saber es que la distinción fue merecida. Porque, como él mismo ha demostrado, «todo se consigue… con


paciencia». Y con cariño.