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El giro del cuerpo técnico del Covirán en la tercera campaña en la Liga Endesa fue radical. Pablo Pin quiso cambiar el sistema del equipo ... al entender, quizá, que su plantilla había
pasado demasiados apuros para mantenerse pese a la calidad ofensiva de Cristiano Felicio, Joe Thomasson o Kwan Cheatham. Tras problemas físicos y de disciplina de sus 'figuras', el
equipo nazarí perdió comba con ese juego dinámico, veloz, de rápidas posesiones que buscaron siempre correr y encestar en los primeros segundos del ataque, por lo que los refuerzos del
invierno encontraron una mayor solidez defensiva, con las incorporaciones de Jacob Wiley, Elias Valtonen, Malik Dime, Jonathan Rousselle.... Así, dio resultado en otra agónica salvación.
Pablo Pin se quedó con 'la copla' de que el Breogán, defendiendo a 'muerte', encontró la fórmula para permanecer. Entonces se olvidó de ese ataque feroz, que había dado
ascensos de forma meteórica desde la Primera Nacional hasta la ACB, para enfocar el esquema hacia un objetivo que evitara los déficits defensivos y las lagunas por la que se encajaban muchos
puntos. De ahí que renovara a Wiley, Valtonen y Rousselle, luchadores en pista trasera, y fichara a hombres de perfil más defensor como Sergi García, Rubén Guerrero o Iván Aurrecoechea. Y
apostó por el 'small ball'. Lo que no esperaba Pin es que Wiley le dejara 'tirado' tras lesionarse y reservarse, que se 'borrara' antes incluso que
'Petit' Niang el primer año, y que su equipo, con 'ofensivos' como Griffin y Silverio, recibiera 93 puntos en Coruña.