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Aroa García Almería Domingo, 13 de abril 2025, 22:38 Comenta Compartir Los hermanos se repartían en los bancos de la parroquia entre quienes miraban el parte meteorológico de la Agencia
Estatal de Meteorología (Aemet) y quienes echaban un ojo tras los cristales de la entrada a ver si aflojaba. La lluvia volvió a pillar a los celestes de pleno en un Domingo de Ramos con más
ansias si cabe que otros después de la tormenta que azotó el año pasado la Corporación cuando estaba ya completamente en la calle. Casi tres horas de espera acabaron dando su fruto. En torno
a las seis y media de la tarde Justo Sánchez se aupó al atril del altar mayor de la parroquia y dijo lo que todos deseaban. Se hacía estación de penitencia. Apenas diez minutos bastaron
para formar filas y sacar la cruz de guía hasta la calle Lopán en dirección a la calle Diamante, ese rinconcito del barrio en el que Los Ángeles guarda sus joyas más preciadas. Nuestro Señor
de la Misericordia en su Crucifixión, despojado de sus vestiduras, se echaba a las calles de su barrio apenas minutos pasados de las siete de la tarde. Tras él, el palio calado de Nuestra
Señora de Los Ángeles, dorado y brillante –más aún bajo las tímidas gotas de los últimos chispeos de la tarde– tomaba las calles bajo su posesión. Es su barrio, lleva su nombre. El canasto
del Misterio de la Crucifixión centró gran parte de las miradas ya que estrenaba la culminación de su tallado a falta tan solo de las cartelas. Acabado, quienes se acercaban al cortejo
podían ya hacerse una idea sucinta de lo que será esta auténtica obra de arte a la que, no obstante, habrá que añadir los respiraderos en una nueva fase. No obstante, el gran estreno de la
hermandad era la confección integral de los hábitos de nazareno para unificar por completo el característico celeste de la corporación. Son más de 200 equipos que han centrado la atención de
la Hermandad para uniformar tramos y compactar su principal característica. Debía haber entrado en carrera oficial a las 19 horas. Pero, sin recortar recorrido –aunque sí aligerando el
paso– llegaron al palquillo de horas al borde de las diez, por detrás de la Hermandad de la Cena. La agitada casuística meteorológica provocó una cascada de excepciones en una tarde de
verdadero estrés para la Agrupación. Sin embargo, la belleza de la talla de Dubé de Luque atenuaba cualquier mínimo rastro de agitación. La tranquilidad de su mirada, el gesto clemente y la
paz que transmite el Cristo erguido en el frontal del Misterio bastaron para que la lluvia fuera tan solo un mal presagio de una noche mágica. Comenta Reporta un error