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EL 29 de noviembre de 1965, como ponente de la Sexta Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el catedrático Juan Antonio Carrillo Salcedo dijo: "El derecho internacional
acaso está dejando de ser un orden exclusivamente distribuidor de competencias formales entre estados para ser, además de esto, un orden creador de condiciones espirituales, sociales y
materiales de paz. Un orden internacional _social_, frente al clásico derecho internacional _liberal_, en un proceso de transformación semejante a lo que significa el Estado Social de
Derecho, frente al concepto de Estado de Derecho de fines del XIX. Un Derecho Internacional, en suma, en pleno proceso de socialización y humanización". En 1999 el profesor Carrillo
Salcedo iniciaba así su libro _Dignidad frente a barbarie_: "Cierto día de 1933, durante una sesión del Consejo de la Sociedad de Naciones, Goebbels, el representante de la Alemania
nazi dijo: 'Somos un Estado soberano... Hacemos lo que queremos de nuestros socialistas, de nuestros pacifistas, de nuestros judíos, y no tenemos que soportar control alguno ni de la
Humanidad ni de la Sociedad de Naciones'. Afortunadamente, hoy es opinión común que la protección de los derechos humanos no puede detenerse en las fronteras nacionales de ningún
estado". La necesidad de evitar lo segundo -que el respeto a la soberanía de los estados ampare el atropello de los derechos humanos- y la urgencia en lograr lo primero -un orden
internacional que garantice la dignidad del ser humano y frene la barbarie- ha guiado toda la vida del profesor Carrillo Salcedo. Gracias a hombres como él, el mundo que dejó ayer era mejor
que aquel en el que nació en 1934. Se puede decir sin exageración necrológica. Así lo reconocen las muchas distinciones que le fueron otorgadas a lo largo de su vida y el prestigio
internacional que conquistó desde que en 1959 fue el primer español que obtuvo el Cum Laude de la Academia de Derecho Internacional de La Haya hasta que fue el único español miembro de la
Comisión Internacional de Juristas, además de juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos o miembro de la Academia de Derecho Internacional de La Haya. También hizo mejores a sus muchos
discípulos y a cuantos frecuentaron su trato cordial. Los hombres verdaderamente grandes no nos achican, por muy inferior a la suya que sea nuestra talla; al contrario: nos hacen crecer
espiritual, intelectual y humanamente.