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Antes de contraer COVID-19 en julio, Ron Thomas, residente de Clemson, Carolina del Sur, de 69 años, nunca había sido hospitalizado. Tras pasar 12 días en el hospital, Thomas experimentó
fibrilación auricular (FA), un trastorno en que la frecuencia cardíaca es rápida e irregular, lo que causa mala circulación de la sangre y puede generar coágulos o incluso provocar un
derrame cerebral. Como consecuencia del trastorno cardíaco, tuvo que regresar al hospital seis veces, dos de ellas en una misma noche. Thomas describe la enfermedad como inquietante y
aterradora. "Me faltaba el aire y sentía un aleteo en el pecho porque mi corazón se aceleraba a 150 o 160 latidos por minuto". Los síntomas a veces duraban hasta una hora, al punto
que creía que iba a desmayarse. A pesar de que los médicos han logrado controlar la enfermedad con medicamentos, Thomas, un ávido jugador de golf, dice que la dolencia ha afectado su estilo
de vida. "Esto me frenó", dice. "Yo era bastante activo, pero ya no puedo caminar por el campo de golf". También tuvo que limitar su trabajo como entrenador de un equipo
local de golf para adolescentes, ya que los medicamentos para controlar la fibrilación auricular le causan letargo. Si bien estos informes sobre problemas cardíacos han aumentado tras casi
un año de pandemia, los expertos afirman que algunos de los problemas que se observan tras una infección por COVID-19 pueden resolverse por sí solos. Por ahora, dicen, es difícil saber qué
pacientes sobrevivientes de COVID se deben evaluar en más detalle y qué problemas cardíacos se deben buscar. Sin embargo, lo que sí saben los expertos es que los sobrevivientes de COVID-19
son más propensos a sufrir estos trastornos cardíacos si ya tienen factores de riesgo cardiovascular, como colesterol alto, diabetes o presión arterial alta, o si son obesos o sedentarios.