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En retrospectiva, el primer indicio de la lucha de mi padre con la enfermedad de Alzheimer fue su creciente nivel de estrés cuando manejaba las tareas financieras más complicadas, como
refinanciar la casa, ocuparse de las deudas, administrar una propiedad en otro estado y organizar la información para que el contador preparara sus impuestos. Mi hermana y yo empezamos a
ayudarle con algunas de estas tareas y, poco a poco, me fui haciendo cargo de pagar sus facturas. Con el tiempo, llegué a administrar todos sus asuntos financieros. Además del cuidado
personal intensivo, ese para mí fue uno de los aspectos más difíciles de ser cuidadora. AUMENTAR EL APOYO GRADUALMENTE Mi madre tuvo un derrame cerebral cuando solo tenía 63 años, de modo
que mi padre se ocupó de las finanzas durante unos 20 años. Un día, mientras visitaba a mis padres, mi padre (que entonces tenía unos 80 años) dijo que iba a su estudio para "trabajar
en las cuentas". Cuando me di cuenta de que había pasado mucho tiempo ahí, fui a ver cómo estaba. Tenía varios montones de papeles organizados en su escritorio, con notas adhesivas
encima que decían "Preguntarle a Amy". Con respeto, le pregunté si quería que le ayudara con todo el papeleo. Yo sabía que era más aceptable abordar el tema de esa manera que
preguntarle directamente si podía administrar o incluso "hacerme cargo" de las finanzas. Tuve suerte, me dijo que agradecía la ayuda. Muchos cuidadores familiares luchan por
convencer a sus seres queridos de que acepten ayuda con las finanzas. Ya tenía un poder notarial para asuntos financieros para ambos, y agradecí que muchos años antes mis padres se hubieran
ocupado de sus directivas anticipadas y de la planificación patrimonial. Mi padre todavía podía manejar los asuntos de dinero cotidianos, y yo sabía que era muy importante para él conservar
esa independencia, tanto por la estimulación cognitiva como por su autoestima. Así que me concentré en incrementar poco a poco el apoyo con el tiempo. No quería encargarme de nada que él
todavía pudiera hacer. Nadie quiere sentirse inepto o que otra persona tenga que "tomar las riendas" de sus asuntos personales. Mi padre era sumamente inteligente, un profesor
universitario, y había administrado sus asuntos durante mucho tiempo. Yo quería que fuera más fácil para él aceptar ayuda. Aunque él usaba una computadora, yo expliqué que era más fácil para
mí manejar las cosas porque tenía más experiencia con las computadoras. A él le gustó la idea. Gestioné el pago de sus facturas desde la cuenta principal que tenían y cambié todo a formato
electrónico. La tecnología hizo factible la administración de las finanzas los primeros dos años, cuando yo vivía en el extremo opuesto del país. Abrimos una cuenta corriente aparte, yo
hacía transferencias mensuales para que él pudiera "gastar dinero" en comestibles, gasolina, cortes de pelo, la manicura de mi madre, los masajes de él, ropa, el cuidado del perro
y otros asuntos domésticos menores. Él podía utilizar el cajero automático y firmar cheques para esos pequeños gastos sin preocuparse del panorama financiero más grande. Yo vigilaba de cerca
las cosas y nunca tuvimos ningún problema con ese sistema. Si lo intentas con tus seres queridos, asegúrate de que puedan seguir utilizando con seguridad cheques, tarjetas de débito y
pequeñas cantidades de dinero en efectivo. Aproveché al máximo la configuración de alertas y notificaciones para todas sus cuentas, así yo sabría si se retiraba una cantidad de dinero
inusual o si los saldos habían bajado.