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Pantallas borrosas, eco de audio y problemas cuando es tu turno de hablar y no te das cuenta. Estas son solo algunas de las molestias que pueden acompañar a las conversaciones en plataformas
como Skype, FaceTime y Zoom. En un momento en que las personas dependen cada vez más de las herramientas de videoconferencia para mantenerse conectadas, los expertos dicen que está
surgiendo otro tema entre los que las usan: sentimientos de fatiga y agotamiento. “Es agotador para la mente”, expresa Vaile Wright, director sénior de innovación en el cuidado de la salud
de la American Psychological Association (APA). “Tratas de escuchar, tratas de participar, tratas de leer las señales no verbales, de saber quién habla y cuándo, eres muy consciente de que
te están observando, y casi no puedes evitar mirarte, todo al mismo tiempo”. Aunque los usuarios podrían suponer que las videoconferencias son agotadoras porque carecen de señales de la vida
real, como el lenguaje corporal —lo que significa que hay que trabajar más duro para seguirle el ritmo a la conversación—, Wright y otros expertos dicen que, de hecho, estas llamadas pueden
ser agotadoras por la razón opuesta: porque convierten las partes de las conversaciones en persona que suceden de forma subconsciente y poco frecuente, como el contacto visual sostenido, en
un torrente de información. “En el mundo real, las reglas efectivas del lenguaje corporal —como cuánto acercarte a alguien y cuándo mirarlo a los ojos— se hacen de forma muy juiciosa”, dice
el profesor de Comunicaciones Jeremy Bailenson, director fundador del Virtual Human Interaction Lab de Stanford University. “Lo que sucede con estas plataformas es que toman una señal que
se usa muy poco en persona —por ejemplo, mirar a los ojos de alguien— y lo aplican a gran escala constantemente”. ¿El resultado? Como dice Bailenson: “No siempre se trata de que más es más”,
lo que significa que la naturaleza constante y cercana de las videollamadas, en lugar de ser estimulante, puede hacer que incluso las personas más extrovertidas se sientan examinadas en
exceso y se les dificulta establecer conexiones. Pero, con la necesidad de depender de la videoconferencia para mantenerte al día con los amigos, la familia y las obligaciones laborales que
probablemente persistan durante algún tiempo, los expertos dicen que los pequeños cambios pueden ser la clave para mejorar nuestras interacciones en la pantalla.