Enemy, película protagonizada por Jake Gyllenhaal - AARP

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En algún momento de Enemy, Adam Bell, el protagonista, se busca en Google. La escena es emblemática de la contribución específica que hace Enemy al asunto siempre esquivo de la identidad y


lo que sugiere es aterrador. No solo estamos perdidos en las marañas de nuestra propia mente, sino aun más lejos,  afuera de nosotros mismos, atrapados —quizás— en  una pantalla controlada


por otros. Con este toque, el director Denis Villeneuve inserta de lleno en la modernidad un tema que ha sido explorado desde hace siglos en infinidad de disciplinas y modalidades: el doble.


 


El guión de Javier Gullón está inspirado en la novela El hombre duplicado del Nobel portugués, José Saramago. Sin embargo, si vas a reducir una película a un juego de signos como lo hace 


Villeneuve, hay que ser más rigoroso en su codificación. A pesar de su título, Enemy  no explicita el sentido del doble como enemigo, como lo entendieron escritores de la talla de Fyodor


Dostoevsky y el mismo Saramago. 


Por otro lado, le resta importancia al empleo, que es también vital en la tradición literaria rusa donde el protagonista tiene como sino ser un burócrata, un hombre mediocre, un oficinista


cuyo trabajo es un callejón sin salida. Aunque Villeneuve presenta a Adam como un empleado aburrido, ser profesor de universidad en Toronto no es precisamente una labor desdeñable. Se puede


prescindir de la denuncia que implícitamente conlleva la tradición del doble —al sistema de clases, principalmente— pero no del contraste. El doble es por fuerza un opuesto. En el discurso


de Vlilleneuve ambos personajes son prácticamente lo mismo. Incluso visualmente, no hay elementos clave para distinguirlos. Ambos pertenecen al mismo nivel social. El departamento de Anthony


es más lujoso (inexplicable para un actor secundario), está casado y su esposa, embarazada, pero nada más. La diferencia es impuesta y artificial. Además de su trabajo en la universidad,


Adam también tiene una novia bellísima (Melanie Laurent). 


Finalmente, Enemy, termina prescindiendo de lo más importante de la ecuación: el  “yo.”  El yo amenazado por la existencia del otro. El Adam original, no se define nunca como personaje y por


lo tanto, Anthony termina siendo la sombra de una sombra. Y tal vez este sea el punto. El “yo” de los tiempos modernos no es más que un espectador pasivo; indistinguible de otros en su


sujeción a la realidad virtual. Ante esto, tanto Adam como Anthony están igualmente perdidos. Ninguno es protagonista de su propia vida. Adam se tiene que encontrar como extra en una


película y cual Narciso, se pierde en su propio reflejo. La realidad, parece decirnos Villeneuve,  no es más que un juego de espejos, o de pantallas, en este caso. 


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